Aprender de la historia no es – para nada – vivir en el pasado; olvidarla, sin embargo, es correr el peligro de repetir sus errores y caer en trampas en las cuales cayeron pueblos mucho más avanzados que el nuestro.
El golpe que el estado venezolano le dio a lo que ahora – copiando la terminología CASTRO-COMUNISTA – se conoce en Venezuela como la Asamblea Nacional (antiguo Congreso Nacional) es un golpe de estado al Poder Legislativo de este país, lo que le debería dar paso YA a la definición -- hacia un lado u otro -- del futuro inmediato de esta nación que – por ahora – navega en un mar turbulento y peligroso que no da indicios de calmarse… “por ahora”.
El 30 de enero de 1933, el presidente alemán Paul von Hindenburg -- a regañadientes -- nombró canciller al líder del Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores (el partido nazi), Adolfo Hitler. En la noche del 27 para el 28 de febrero de ese mismo año, el congreso alemán (Reichstag) se quemó en condiciones muy extrañas y misteriosas, lo cual fue interpretado por el gobierno como un acto de terrorismo. Más tarde se supo – más allá de toda duda – que se trató de una operación ofensiva llevada a cabo por los miembros del partido de Hitler con el fin inicial de hacer que el presidente Hindenburg se dejara convencer para que se invocara la cláusula de emergencia contemplada en la constitución de Weimar. Es entonces cuando el parlamento – controlado por los nazis – aprobó un decreto que la historia conoce como “El Decreto del Fuego del Reichstag” en el cual se suspendieron las provisiones relativas a los derechos civiles que había en la constitución alemana existente, incluyendo las libertades de expresión, de asamblea y de prensa, sentando así las bases para la encarcelación de potenciales opositores a los nazis sin el beneficio de un juicio o procedimiento judicial.
Busquen ustedes un paralelismo -- sin ánimo de perfección y exactitud -- y encontrarán un intento de repetir la historia nazi en tiempos de “revolución bonita bolivariana”.
Apenas 22 días después -- el 22 de marzo de 1933 -- la guardia élite de Hitler (la S.S. o Schutzstaffel) estableció un campo de concentración en las afueras de la ciudad de Dachau, en Alemania, con el único fin de encarcelar a los opositores del régimen… una prisión que funcionó ininterrumpidamente hasta 1945 y que aún puede ser visitada por los turistas que pasan por ese hermoso y altamente industrializado país, líder económico de la Europa de hoy.
El 23 de marzo de ese mismo año, al día siguiente de abrir las puertas del campo de concentración de Dachau, el parlamento alemán aprobó la Ley de Habilitación, la cual le confería a Hitler la capacidad “legal y constitucional” de implantar una dictadura en Alemania mientras aquella “comunidad internacional” se chupaba el dedo esperando mayores acontecimientos.
Ocho días más tarde – el 1 de abril de 1933 – los nazis comenzaron un boicot en toda Alemania contra los negocios de los judíos, lo que para entonces era ya una “crónica de una agresión anunciada” contra el “Pueblo de Israel”. ¿Qué hizo la comunidad internacional? Bueeeee… ¿Qué hicieron los judíos? ¡Menos! En ninguna cabeza cabía que en la Alemania moderna se estaba preparando la mayor atrocidad que la humanidad había conocido hasta entonces.
Los judíos esperaban quién-sabe-qué-cosa. Después de todo, eran los miembros del pueblo escogido por Dios y así lo dice el Pentateuco con absoluta y meridiana claridad. Además, estaban los aliados “moscas”, pendientes de mayores indicios de inconstitucionalidad y violaciones – entre otras cosas -- al Pacto de Versalles, el cual selló el final de la Primera Guerra Mundial y le imponía a la derrotada Alemania un conjunto de condiciones, algunas de las cuales no eran muy dignas que digamos.
En la noche del 30 de junio para el 1ro de julio de 1934 se produjo lo que se conoce como “La Noche de Los Cuchillos Largos”, en la cual Hitler ordenó a sus secuaces y a miembros de la policía que pasaran por las armas a miembros del liderazgo nazi, del ejército y de otras dependencias. Ya para entonces nuestro personaje del bigote a lo Chaplin estaba virtualmente por la calle del medio al justificar descaradamente aquellas muertes alegando legalidad pues – según él – eran necesarias para alcanzar las metas del partido nazi. ¿La comunidad internacional qué hacía? Ejecutando el “Lago de los Cisnes” con la flauta del burro.
Durante ese lapso de tiempo, Hitler iba fortaleciéndose y fortaleciendo sus cuadros militares. Eran evidentes las violaciones a los tratados y a las leyes. La persecución se extendía ahora no solo a los judíos sino a los comunistas, a los socialistas y a todos aquellos que no estaban total y absolutamente cuadrados con el nazismo. Todos – incluyendo el mundo -- pagaron muy caro la pasividad, el “autoguaraleo”, el eterno período de “observación”, el “vamos-a-ver-qué-más-pasa”, etc. Total que el 2 de agosto de 1934, tras la muerte del presidente von Hindenburg, Adolfo Hitler se declaró “Führer”, además de seguir siendo canciller, convirtiéndose así en dictador absoluto de Alemania… y de ahí en adelante la historia la sabemos – por desgracia – todos.
El primer acto hacia la consolidación de la dictadura nazi fue, como hemos visto, la quema del Reichstag o congreso alemán, cuando éste ya no le hacía falta. Aprovechó la quema para arremeter contra sus enemigos, alegando que habían sido ellos los culpables de tan abominable hecho. Lo cierto es que al final, muy al final, costó Dios y ayuda para sacudirnos de semejante loco.
Alguna similitud con los acontecimientos que se vienen sucediendo en Venezuela pudieran ser – para muchos -- pura coincidencia, sin embargo, pienso que hoy lunes 9 de junio de 2003, tras la recién “quema” de nuestro Reichstag, debe comenzar en este país la definición total – para un lado o para el otro – del destino y del futuro de Venezuela. El mundo estará atento de los acontecimientos en estos días y sobre todo de los pasos que darán “nuestros” líderes. Ese mundo – el cual incluye, por desgracia, a nuestros aliados del norte -- sabrá evaluar hacia dónde se inclina la fortaleza en Venezuela y con esa fortaleza pactará y a ella apoyará. Después, allá bien lejos en la historia, vendrían los pesares, por lo que ese futuro habrá que comenzarlo a labrar hoy mismo, mientras tengamos tiempo y no se nos haga demasiado tarde.
Caracas 9 de junio de 2003
ROBERT ALONSO
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