Adamant: Hardest metal
Saturday, July 5, 2003

QUÉ ESPERANZA!

Hace un par de años me dirigí al destacamento No. 5 (creo que era el No. 5) de La Guardia Nacional en “La Mariposa” acompañado de un ciudadano coronel -- “RETIRADO” -- de esa misma fuerza.  Había un oficial en “La Mariposa” quien supuestamente tenía un buen ejemplar de caballo “paso fino”, el cual era de mi interés adquirir.  El “susodicho” coronel (repito: ¡RETIRADO!), serviría de intermediario – “willer & dealer” – ya que sabía quién estaba interesado en vender y quién en comprar.

Nos citamos a las 10 de la mañana en el destacamento, pero como soy muy impulsivo y tremendamente “fosforito”, a las ocho de la mañana ya estaba en el sitio, indagando cuánto podía.

Mientras hacía labor de RP con los guardias allí presentes, dejé colar el hecho de que a las 10 am se presentaría el “Coronel Tal”, quien me acompañaría a las oficinas del “Comandante Mas Cual”, propietario del semental que tenía interés en vender.

Estaba yo sentado plácidamente disfrutando del “friíto” que pega en “La Mariposa” cuando de repente hizo presencia mi amigo el coronel (RETIRADO), lo que produjo una verdadera e IMPRESIONANTE algarabía entre la tropa de aquel destacamento. “¡Llegó mi coronel, llegó mi coronel!”, gritó el sargento segundo que estaba al frente del puesto de entrada.  Inmediatamente noté que cualquier soldado que estaba por ahí – holgazaneando -- se levantaba… revisaba su uniforme, su armamento, su “cachucha”.

En Venezuela hay un dicho que dice: “hombre casado, hombre castrado…” y otro: “militar retirado, militar anulado…”  Evidentemente hay muchas excepciones a esas reglas a las cuales hacen referencia los sabios refranes vernáculos, pensé yo.  Al menos en el Destacamento No. 5 (creo que era el No. 5) de “La Mariposa”, un coronel es coronel… aunque esté retirado y/o casado.

“¡Mi coronel!”, por aquí… “¡Mi coronel!” por allá.  “¡Cuánto no hubiera dado yo por haberme recibido de oficial -- “manquesea” -- de la Guardia Nacional… que es la “cenicienta” de las Fuerzas Armadas venezolanas!”, pensé yo al ver aquel impresionante espectáculo.  ¿A quién no le gusta que se le guinden de vez en cuando?  ¡Eso es muy sabroso!.  Eso de llegar a un destacamento y que se le cuadre el regimiento entero debe “dar mucha nota”.  No sé si “Mi Coronel” (RETIRADO) estaba ya saturado de “jalabolas” (guatacas o “chupamedias”), pero parecía que tanta condescendencia (“jaladera”, “guataqueria”) no era con él.  “!Qué rico es vivir en un país tercermundista!”, me repetía yo internamente.  “Mi Coronel” parecía un pavo real de lo “jinchao”, caminando hacia la oficina del encargado de aquel pequeño cuartelito -- que mientan “destacamento” – caminado por los pasillos como si no fuese con él; despreciando cuidadosa, meticulosa y estudiadamente aquellos saludos… desoyendo el ruido que produce el taconeo de los calcañales cuando los soldados se cuadran en posición de firme ante el oficial de alto rango, retirado o no.

El caballo resultó ser un verdadero “flocho” (“penco”), al punto tal que si lo hubiera  cambiado por excremento, se hubiera perdido el envase.   Pero no perdí mi tiempo.  Conocí de cerca la “prosopopeya” militar en cuanto a rendirle homenaje a un coronel – RETIRADO – como mi amigo… a quien le terminé regalando un estupendo caballo enfermo de anemia infecciosa equina, que – luego de varios años – acabó su vida muriendose totalmente en su finca cercana a Puerto La Cruz; pero eso es otra historia que tal vez algún día me anime a contárselas.

Desde ayer está circulando por la INTERNET (yo lo he recibido NO MENOS DE QUINIENTAS VECES), un par de fotos que si no fuera por lo mucho que quiero a esta tierra venezolana, hubiera provocado en mí aquella frase: “Oye vieja, ¡apaga la vela y vámonos!” 

Se trata de unas fotos tomadas por el periodista gráfico David Bracamonte – del periódico “El Siglo” – en el acto de ascenso militar.  Ambas “instantáneas” las anexo a continuación, pero para quienes no tengan la posibilidad de verlas en sus respectivos “e-mails”, se las describo. 

En la primera gráfica se muestra a un oficial del Ejército de la República Bolivariana de Venezuela – ese ejército que mientan “forjador de libertades” – cuadrado ante un soldadito raso (qué se yo… tal vez un distinguido, cabo… o sargentico) de la “Casa Militar” (la institución que vela por la seguridad física de nuestro señor presidente) mientras éste lo ausculta por un lado con un detector de metales para ver si “su oficial” (ACTIVO o “EFECTIVO”) está armado. 

La segunda foto es todavía más humillante, porque el oficial se para “en cruz” como los zamuros (las auras tiñozas), mientras el soldadito (el “bocadito”, como le llamaban los rebeldes al soldado raso de Batista) lo requisa en busca de un “hierro” que pudiera ser utilizado en contra del segundo-a-bordo de esta “revolución bonita”: el Teniente Coronel (Ej. Retirado a la fuerza) Hugo Rafael Chávez Frías.  ¿Qué tal?

Como ahora yo envío como anexo una copia de cada uno de mis escritos enviados por la red, cualquiera que quiera ver tan indignantes cuadros puede bajar el documento y gritar como yo: “¡Qué esperanza!”

Caracas 4 de julio de 2003

ROBERT ALONSO

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