Adamant: Hardest metal
Friday, April 18, 2003

LA DE HOY Festejando la Muerte.

Gusano de la Luz Ricardo Mitre 4/15/2003

El Teniente Coronel  que hace un año lloraba sobre la sotana de Monseñor Porras y suplicaba que lo dejaran irse a Varadero con siete millones de dólares, con la misma valentía que evocaba  cuando se rindió en La Planicie, celebró ayer, en la Avenida Bolívar,  la masacre del 11-A de 2002.  Ese hecho, sobre el cual aún se pregunta el mundo, fue convertido en un aniversario de la “revolución”.

La fiestas patronales que duraron tres días tuvieron una nutrida presencia de cubanos. Mientras en su tierra se fusilaban y encarcelaban disidentes ante el horror del mundo entero, los antillanos asistentes  mostraban su entrenamiento en la adulancia y su denuedo en la abyección, actitudes imprescindibles para hacer carrera política en la tierra del “invencible comandante”. Abyección o muerte, parece ser la consigna de aquella revolución.

Estuvieron, por supuesto, los niños recitadores que tanto complacen a los dictadores, No faltó, tampoco,  Hebe de Bonafini que habló de la “violencia legítima” y aprobó los fusilamientos de La Habana, dejando en claro que su lucha contra la dictadura argentina se debía a que aquella era una dictadura mala. No lo dijo, pero se desprende que para ella hay muertes buenas y muertes malas. Los muertos se trocan, desgraciadamente, en desaparecidos o ajusticiados.

Pasó por aquí, también, Ignacio Ramonet y su conducta fue coherente con su actitud de vida. El europeo buena conciencia, que considera excelente para ti, lo que no soportaría ni un minuto en su país. El tipo que inaugura la Feria de Libro en Cuba y no advierte que allí hay intelectuales disidentes, no tiene porque verlos aquí, ni enterarse porque, a pocas cuadras del lugar donde presentaba su show,  la izquierda venezolana denunciaba ante el mundo que aquí no sucede ninguna revolución. Que aquí hay un caudillismo populista de corte totalitario. Ramonet no los oyó. Nadie sabe, nadie supo.

No faltaron Carlos Lage, Daniel Ortega, Marta Hennecker, Luis Bilbao, Gloria Marín y otros revolucionarios de oficio, con previsibles discursos de ocasión. Acudieron, como era de suponer, ignotos revolucionarios de otras latitudes que se instalaron cómodamente en el Hilton. Es sabrosísimo “ver” las revoluciones desde hoteles de lujo. Los “procesos” se entienden mejor campaneando los hielos de un Cuba Libre o un escocés.

Fue notorio el genuflexo discurso de José Vicente Rangel.  Ese hombre, otrora reputado como digno, antaño vendido como creíble, hace tiempo retratado como tribuno:  mostró el denuedo en la abyección que suelen tener aquellos combatientes “recuperados”por la represión. Lastimoso en su papel de “duro”, el papá de “papi papi” hizo el panegírico de El Comandante.  Hubo a lo largo de estos días, en los que se rememoró  la “gesta”, otros discursos igualmente adulantes, pero la naturaleza de los personajes, Barreto o Bernal o Carreño no llamaron la atención ya que hicieron honor lo que se esperaba de ellos. Nada en dignidad.

¿Qué gesta festejó el Teniente Coronel? El 11 de Abril de 2002 se produjo una rebelión popular en contra de su gobierno. Más de un millón de venezolanos marchamos hacia Miraflores para exigirle su renuncia. Esa marcha fue el colorario no planificado de una semana de resistencia. Al acercarnos al Palacio fuimos reprimidos por las bandas armadas del gobierno y las fuerzas armadas que le eran leales. Una cobarde emboscada planificada con antelación que  sublevó a los militares que se negaron a sumarse a la carnicería y  ejecutar el Plan Avila, es decir la represión abierta a los civiles por parte del ejército. El  régimen se derrumbó.

Lamentablemente los manifestantes del día anterior nos volvimos a nuestras casas y a nosotros, sí, a nosotros, nos dieron un golpe de estado esa misma noche. Lo hizo una plutocracia ávida de poder que además de su aberración jurídica, dejó a los militares fuera del juego. Es sabido que los militares no se sublevan para otros y entonces, los mismos militares sublevados el 11, procedieron el 12 a devolver a Chávez al gobierno. Si alguien dudara de esto le recomendamos leer las declaraciones del General Vázquez Velazco en El Nacional  del 11 de abril de 2003, en donde esto se confiesa sin rubores.

Sólo cuando esto se supo apareció “el pueblo chavista” que no llegaron a ser, nunca, más 10.000 personas, la mitad al menos, para ser generoso, pertenecientes a las bandas armadas y pagadas. Los mercenarios y los confundidos, mucho ron mediante, procedieron a la liberación.

Nadie de los marchistas del 11-A salió a defender a Carmona, por el contrario, muchas voces de la oposición civil y política lo criticaron duramente y ante la impotencia de la ciudadanía movilizada, doblemente traicionada,  se consumó el ramplón regreso. Esa fue la gesta que se festejó ayer.

Tal vez embriagado por los elogios de la corte de adulantes, tal vez por la mala conciencia de ser siempre derrotado en el terreno de la acción, tal vez por alguna secreta envidia a Fidel, que de verdad ganó batallas, el Teniente Coronel ha querido convertir su sórdido regreso en una épica comparable con la Revolución Francesa o la Batalla de Argel.  Quizás avergonzado de su imagen en Turiamo en donde se lo veía, en interiores,  hablando plañideramente con el oficial que lo custodiaba, a la par que un enfermera le entregaba medicamentos para su úlcera, quiere convertir su modesto retorno en una fecha de la revolución mundial. Total, se sabe que la primera baja de esta “revolución” es la verdad

Desvarió, entonces, inventado gestas. Preparado para morir, dijo, miró a los sicarios a los ojos. Indomable, rechazó la ranitidina de la enfermera y pensó en sus padres y sus hijos, pero por sobre todo en su pueblo. Rezó, pensó en Ceresole, en Zamora, en el Ché y en Bolívar, mientras en tierra firme el pueblo surcaba las calles y llenaba los caminos con una pequeña constitución azul en sus manos.

Llegó a imaginar que ¡¡once millones de personas!! salieron a las calles de todo el país a liberarlo, a clamar por él. Se enteró, porque el se entera de todo, que había gente en otras capitales del mundo dispuestas a defender la espada de Bolívar del cual es su rediviva imagen. Esto es lo que festejaron ayer. Una mentira cómplicemente compartida, porque, se sabe “dentro de la revolución, todo”.

El aniversario de la muerte, de la sangre corriendo por El Calvario, de nuestros jóvenes cayendo con disparos en la cabeza, de los héroes de Llaguno disparándonos a mansalva. La gloria ajena,  que se mezcla con los  gritos de dolor. Asfixia, impotencia, lágrimas.

Así se festejó a la muerte estos días.

¿Y nosotros? Estamos tristes, es cierto, pero estamos aprendiendo que no se puede seguir a falsos guapos.  Las marchas a Miraflores de este año murieron de mengua.  Ya aprendimos, por lo menos,  que todo el desastre no lo hicieron Carmona, Romero y Pérez Recao solos.  Que fueron los “chinitos de Recadi” de muchos que aún permanecen entre nosotros gracias a la pluma de alguna periodista en la que hoy nadie cree y que inventó esa historia en blanco y negro, para preservar la posibilidad de intentos similares. De vías mágicas y rápidas siempre con militares providenciales.

Doloridos y decepcionados de los caminos mágicos. Quebrados o sin empleo hemos aprendido, dolorosamente, que dependemos de nosotros mismos, de nuestro esfuerzo diario y civil por forjarnos la salida que queremos.

Sólo si eso falla, si no lo logramos porque no es impedido, después de haberlo intentado con convicción nos encontrarán en las calles y créalo: los comeniños de hoy estarán escondidos debajo de su cama.

Pasa siempre con Los Mariscales de la derrota 

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