PARA ARAGÓN, EN ESPAÑA
Mi bisabuelo Don Pascual del Amo, recordado por todos como “Lolo”, fue el primer hippie que tuvo Cuba. Había llegado al Caribe en sus años mozos finalizando el siglo antepasado. Venía de su Valladolid natal con una maleta llena de sueños. Llegó a la colonia sin una peseta y jamás hizo mayor fortuna que su familia. Fue cochero de los Castaño, en Punta Gorda. Cada vez que se sentía oprimido por la disciplina que le imponía la vida, arrancaba por la isla en busca de aventuras, regresando irremediablemente al hogar… sucio, cansado con el pelo largo y ensortijado. Su buena esposa -- mi bisabuela – lo estaría esperando para curarlo, alimentarlo y asearlo. No importaba cuánto tiempo duraba el abandono, siempre regresaba a su familia y a los caballos de Don Castaño.
Así como “Lolo” quería a Cuba, Cuba lo quería a él… como queríamos todos los cubanos a los españoles que en nuestra tierra vivían.
El nacimiento de mi patria fue traumático. La primera etapa en esa labor de parto duró diez años, luego un año y tantos meses hasta que por fin, tras un último esfuerzo ayudado por una comadrona que nos vino del norte, España pudo dar a luz a Cuba.
Tras la guerra de independencia, la mayoría de los españoles – entre ellos el padre de Castro, Ángel – optó por quedarse en Cuba, donde gracias a nuestro Apóstol nos pudimos entender en una fraternal relación que duró hasta la tormenta, cuando en desbandadas – españoles y cubanos -- nos disgregamos por el mundo.
“Lolo” – acompañándose con palmadas y al estilo flamenco -- siempre nos cantaba: “Cuba e’ un jardín de flore que vino del extranjero y Cuba pa’ tené flore, necesita un jardinero…” Gustaba de los caramelos de miel, de la brisca y del tute… cuando perdía, hacía trampa. Murió con un corazón cubano añorando siempre a Valladolid, al cual jamás regresó. Sus huesos están esparcidos hoy por la hermana isla quisqueyana luego de que un huracán arrasara con el cementerio donde fue enterrado cerca de San Juan.
“Lolo” ejercía sobre nosotros, sus biznietos, un fuerte liderazgo. Si nos hubiera enseñado a odiar a España, posiblemente la hubiéramos odiado, porque los líderes marcan las pautas de la familia hacia arriba. Si los líderes de una nación se esfuerzan en dividir a sus conciudadanos apelando al odio, el pueblo terminará odiándose entre sí.
José Martí, el cubano que ordenó las hostilidades con las cuales comenzó la guerra de independencia de Cuba, vivió amando a España tanto como amaba a su patria. Murió bajo fuego y plomo, machete en mano, cargando contra las líneas del ejército español. Entre sus enseñanzas de amor hacia el prójimo -- y en especial hacia España -- nos topamos con una de sus más bellas poesías cuya lectura el régimen castrista ha prohibido en la Cuba – enferma temporal de un odio fraticida -- de hoy. En ella veo a mi baturro “Lolo” tocado con su boina negra bajar las escaleras bordadas de los Castaño, escopeta en mano, perderse por las naves calladas de aquella amarillenta tierra a la cual le dijo adiós para engendrar en suelo cubano una familia orgullosamente española.
PARA ARAGÓN, EN ESPAÑA
Para Aragón, en España, tengo yo en mi corazón, un lugar todo Aragón, franco, fiero, fiel, sin saña.
Si quiere un tonto saber por qué lo tengo, le digo que allí tuve un buen amigo, que allí quise una mujer.
Allá, en la vega florida, la de la heroica defensa, por mantener lo que piensa juega la gente la vida.
Y si un alcalde lo aprieta o lo enoja un rey cazurro, calza la manta el baturro y muere con su escopeta.
Quiero a la tierra amarillo que baña el Ebro lodoso; quiero el Pilar azuloso la Lanuza y de Padilla.
Estimo a quien de un revés echa por tierra a un tirano; lo estimo si es un cubano, lo estimo, si aragonés.
Amo los patios sombríos con escaleras bordadas; amo las naves calladas y los conventos vacíos.
Amo la tierra florida, donde rompió su corola musulmana o española, la poca flor de mi vida.
Aferrado – por Venezuela -- a mi paro cívico, general e indefinido,
El Hatillo, 1ro de febrero de 2003
Robert Alonso robertalonso2003@cantv.net