Mi Último aldabonazo - por Robert Alonso G58
Asunto: Mi_Último_aldabonazo_-_por_Robert_Alonso_G58 De: "Robert Alonso 2000" robertalonso2000@hotmail.com Fecha: Mié, 29 de Enero de 2003, 8:59 am Para:
¡MI ÚLTIMO ALDABONAZO!
Cuando ya en nuestro destierro alguien escriba la historia de cómo se perdió Venezuela, habrá que tomar muy en cuenta a dos personajes tremendamente importantes: Gahndi y Chacumbele.
A mediados de 1958, cuando la situación política en Cuba era poco menos que insoportable, al dictador Batista se le ocurrió hacer unas "elecciones" y lanzó a su candidato, un lacayo de nombre Rivero Agüero. Yo era un niño cuando la campaña electoral y aún recuerdo el "jingle" del candidato oficialista: "Cuba primero, y Presidente: Rivero Agüero..." El candidato de la oposición representaba al Partido Ortodoxo, quien pretendía heredar el apoyo que el pueblo cubano le había dado a Eduardo Chibás. Muchos cubanos rechazaron la farsa y no fueron a los comicios. Con la ilusión de estas "elecciones" convocadas por el dictador, millones de mis conciudadanos pensaron que se terminaría la guerra revolucionaria, Batista se iría al retiro y todos los cubanos seríamos felices, cual lombrices.
Como era de esperarse, Rivero Agüero salió "victorioso", pero jamás pudo asumir el cargo, porque la revolución se lo impidió. Ya para esa fecha, los partidos políticos -- y los políticos cubanos --, no sabían en cuál palo ahorcarse. Alguna similitud con situaciones y/o personajes actuales en la Venezuela del Sr. Chávez es pura coincidencia. Aprendimos todos - entonces -- que en cuestiones de dictadores, los votos no cuentan y las elecciones no son soluciones.
Venezuela se perdió porque nuestros líderes - viejos y jóvenes - no fueron capaces de interpretar al enemigo y entender la guerra que se estaba luchando. Mientras esgrimían las leyes, las buenas costumbres y la constitución, el enemigo arremetía con exabruptos jurídicos, eructos y descaradas violaciones a la carta magna. No supimos cuando dejar de tocar las cacerolas y los pitos. ¡Patria o Muerte, nos vencieron!
De aquí para adelante verán como comenzaremos todos a tirar tiros al aire a ver si nos caen los patos. Al final los que podamos nos iremos, unos se marchitarán en las nuevas e infernales prisiones y los que no mueran en los paredones se quedarán a morirse en vida en estas "montañas de felicidad".
Ya verán como encontrarán recuerdos en cada cosa que hoy les parece insignificante, son recuerdos tristes -- que como bien diría mi tío en la poesía que escribiera en su destierro en el año 69 --, desgarran el alma.
LA CASA DE LOS ABUELOS
Cuba treinta y nueve y medio, más tarde cincuenta y tres, moderno doscientos seis; la casa de Santa Clara. ¡Qué tristes son los recuerdos cuando desgarran el alma!
Amplia puerta que da acceso a la acogedora sala; tres ventanas a la calle que llenan de luz y gracia la casa de los abuelos, la casa de Santa Clara.
De madera son las vigas, de barrotes las ventanas; tejas rústicas el techo que lanza chorros de agua por sus roídas canales al patio central de malvas.
Un espejo ovalado refleja las porcelanas y las consolas de mármol, el sofá y las butacas, todos de factura antigua que amueblan la bella sala.
En ausencia del abuelo, preside la santa casa nuestra muy querida abuela, a quien veneran amigos, a quien bendicen mendigos, y sus hijos idolatran.
El toque de las campanas de la vetusta Pastora despierta a sus moradores desde horas muy tempranas. principia así un nuevo día, igual ayer que mañana.
Siempre está abierta la puerta, siempre la acogida es franca para el amigo que llega, para el mendigo que llama, para el extraño que pasa, y a todos afecto alcanza.
Suave y feliz es la vida en aquella vieja casa. el tiempo corre apacible que de bronce un reloj marca. ¡Quién detuviera tu ritmo de presentir la desgracia!
Los días de Nochebuena -- alegría en los mayores bullicio en la muchachada --, reúne allí nuestra abuela a nietos, hijos e hijas y a todos cuantos la aman. ¡Qué triste son los recuerdos cuando desgarran el alma!
Un día sobre la patria se desató la tormenta con fuerza tal, que a su paso todo cuanto encuentra arranca. ¡Qué a tanto llegan el odio, el rencor y la venganza!
¡Cuán triste ha quedado todo! Una soledad que espanta se cierne sobre la casa otrora risueña y clara, llena hoy sólo de recuerdos que hieren cual fiera daga.
Se acabaron las reuniones; se dispersaron las almas; unas hacia el infinito, en busca de eterna calma, otras por el ancho mundo sin rumbo fijo, sin nada.
Fuera de la Patria amada, en el corazón frialdad, en la mente, brumas vagas; pidiendo siempre en el rezo hallar algo que mitigue el vacío, la añoranza.
No hay lugar que nos cobije, no hay consuelo ni esperanza. pasan las horas, los días, y toda ilusión es vana
del regreso a nuestra casa; la casa de Santa Clara. ¡Qué tristes son los recuerdos cuando desgarran el alma!
Armando Alonso García Gainsville, Florida - marzo de 1969
El Hatillo, 29 de enero de 2003
Robert Alonso robertalonso@cantv.net
"El año que viene, nos vemos en Jerusalén."
Nota final: Esto no es un decreto de rendición, ¡es un último alerta!