Adamant: Hardest metal
Wednesday, July 9, 2003

“La libertad no se mendiga…”

No voy a negar que estoy tremendamente belicoso últimamente. Creo que si no arreciamos la “estrategia”, el año que viene nos veremos todos en Jerusalén…

En la tarde de hoy recibí de una inmensamente-querida lectora un escrito sobre el destino de los 56 hombres que firmaron la declaración de independencia de los Estados Unidos de América. No sé si fue un “telegrama directo a mi pulmón” lo que me envió mi amiga -- influenciada por mis últimos “alertas” -- o simplemente el deseo de regalarme un hermoso relato sobre la heroica historia de uno de los grandes pueblos de la humanidad, una nación que se forjó a sí misma con el sudor, la sangre, el sacrificio y la vida de sus ciudadanos.

Cinco de esos 56 grandes hombres fueron capturados por los británicos y torturados hasta morir penosamente. Las casas de doce de ellos fueron saqueadas y quemadas hasta el suelo. Dos de ellos perdieron a sus hijos sirviendo en el “Ejército Revolucionario”; los hijos de varios de ellos fueron capturados por el enemigo y sufrieron largas prisiones.

Nueve de esos 56 patriotas, murieron en el campo de batalla o por las heridas sufridas combatiendo por la libertad e independencia en la “Guerra Revolucionaria”.

Al firmar el acta de la declaración de la independencia, estos individuos pusieron por juramento sus vidas, sus propiedades y el sagrado honor. ¿Qué clase de hombres eran?

Veinticuatro de ellos eran abogados y magistrados. Once eran simples comerciantes, nueve eran agricultores y hacendados; eran todos educados hombres de bien que firmaron el histórico documento a sabiendas de que serían acusados, juzgados y sentenciados por alta traición y – de caer en manos del enemigo -- colgados hasta la muerte en la plaza pública más cercana.

Carter Braxton era un rico hacendado y comerciante cuyos buques mercantes fueron destruidos por la armada británica. Se vio obligado a vender sus propiedades para pagar las deudas, muriendo en la total miseria.

Thomas McKeam fue acosado de tal forma por los británicos que se vio forzado a mudarse constantemente con su familia para evitar ser capturado. Sirvió en el Congreso sin paga alguna, mientras mantenía a los suyos en permanente escondite. Tras ser despojado de todas sus propiedades y pertenencia, fue premiado con la total pobreza.

Los bandidos o soldados enemigos arrasaron con las propiedades de Dillery, Hall, Clymer, Walton, Gwinnett, Heyward, Ruttledge y Middleton.

En la Batalla de Yorktown, Thomas Nelson Jr. se dio cuenta de que el general británico Cornwallis se había apoderado de su vivienda para instalar en ella su cuartel general. Ante la necesidad de la victoria, Nelson le pidió al General George Washington que abriera fuego cerrado sobre su propiedad. Su hogar fue destruido en la batalla; Thomas Nelson Jr. murió en la bancarrota.

El hogar y todas las propiedades de Francis Lewis fueron destruidas por los británicos, quienes tomaron prisionera a su esposa, muriendo ésta pocos meses después tras una penosa e infrahumana prisión.

John Hart fue abruptamente separado del lecho de muerte de su esposa mientras sus trece hijos corrían por sus vidas. Sus sembradíos y molinos fueron destruidos. Por un lapso mayor a un año fue forzado a vivir en bosques y cuevas; a su regreso su esposa había fallecido y sus hijos desaparecieron para siempre.

Muchos de nosotros no tenemos claro el sagrado valor de la libertad; al menos debemos todos entender que no es gratuita. El General en Jefe, Antonio Maceo y Grajales, -- El “Titán de Bronce” de Cuba, hijo de Don Marcos Maceo, un venezolano veterano de la Batalla de Carabobo que emigró a Cuba buscando paz y prosperidad para terminar entrenando a sus hijos en la lucha contra la corona española – dejó el siguiente pensamiento para la historia:

“LA LIBERTAD NO SE MENDIGA: ¡SE OBTIENE CON EL FILO DEL MACHETE…!”

Caracas 8 de julio de 2003

ROBERT ALONSO

robertalonso2003@cantv.net

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