Adamant: Hardest metal
Monday, December 30, 2002

Administración Bush tropieza otra vez en Venezuela

By Marcela Sanchez Special to washingtonpost.com Thursday, December 19, 2002; 7:30 PM

Con tantos en la administración Bush que hablan español, la expresión "no aprende ni a palos" debiera tener un timbre familiar. De no tenerlo, bastaría con mirar sus propios actos de la última semana con relación a Venezuela para entender que esas palabras se refieren a alguien que nunca aprende -- simplemente no capta la lección -- ni siquiera a golpes.

De qué otra forma se podría explicar que por segunda vez en ocho meses, la Casa Blanca imprudentemente decida favorecer a la oposición en ese país extremadamente volátil en un momento en que escoger bando amenazaba con desatar una reacción explosiva.

Con un llamado contundente a realizar elecciones presidenciales tempranas -- y, por lo tanto, inconstitucionales -- la administración puso en peligro el delicado balance alcanzado en Caracas después de semanas de negociaciones entre el gobierno del Presidente Hugo Chávez y sus opositores democráticos. Facilitadas por César Gaviria, el secretario general de la Organización de Estados Americanos, las conversaciones han sido la mejor esperanza para una salida pacífica a la crisis que de tiempo atrás ha estado a punto de estallar.

En menos de 72 horas la administración Bush modificó su posición y llamó a un referéndum, la salida que permite la constitución. Ya para entonces, sin embargo, la Casa Blanca había generado nuevamente dudas sobre su compromiso democrático en la región.

Estados Unidos se comportó en forma similar y con aparente impunidad en abril, cuando reconoció prematuramente un efímero gobierno que sacó a Chávez con un golpe de estado.

Latinoamérica estaría mejor servida si la administración Bush aprendiera la lección en esta oportunidad. Necesita que el líder del mundo libre sea más paciente y esté menos ansioso de emitir públicamente sus gustos y disgustos. La región necesita una Casa Blanca que entienda mejor que en situaciones como la de Venezuela, sus actos -- o falta de ellos -- pueden enviar señales equívocas a uno o ambos bandos en la disputa.

Ahora más que nunca, dicha paciencia con democracias en evolución es necesaria. Líderes recientemente electos en países como Brasil o Ecuador necesitan asegurarse de que Estados Unidos defenderá la democracia sin importar ciertas diferencias ideológicas. Claramente, tal no ha sido el caso en Venezuela, donde una impresionante falta de delicadeza diplomática en un momento crítico pudo haber oscurecido las nubes de tormenta que amenazan todavía al palacio presidencial de Miraflores.

La llamada a adelantar las elecciones tomó a muchos por sorpresa, incluso dentro del propio Departamento de Estado, donde un funcionario afirmó que la Casa Blanca había "empezado a dar el timonazo antes de lo previsto". Pero es comprensible, sin embargo, dijo el funcionario, que se trate de un error humano. Nada más.

Otro funcionario del Departamento de Estado dijo que la acción fue deliberada, un consciente "refinamiento" de la posición estadounidense justificado por el "elevado estado de crisis" de Venezuela que Chávez persistentemente señala como "normal". Washington, según este modo de pensar, simplemente estaba expresando lo que tantos otros en el hemisferio pensaban sin atreverse a decir. Tal vez.

La declaración de la Casa Blanca, emitida el viernes y sin reparos revisada el lunes, llegó sólo horas antes de que representantes de los 34 estados miembros de la OEA se reunieran para considerar una solicitud de Chávez de ofrecerle pleno apoyo. Dicha coincidencia llevó a algunos diplomáticos a concluir que Washington estaba dándose importancia, una táctica preventiva encaminada a ahogar sentimientos pro chavistas. Si esa fue la intención, no es claro que tan efectiva resultó.

En la noche del lunes, después de casi 30 horas de debate, la OEA emitió una resolución respaldando a Chávez sólo por deducción. Llamaba a respaldar la democracia en Venezuela, "cuyo gobierno preside ... Chávez".

Con ese respaldo indirecto a Chávez la organización pareció esperar que ningún bando en Venezuela interpretara la resolución como una victoria y la usara contra el otro. Los riesgos eran tan altos que por un tiempo durante las deliberaciones algunos abogaron por que la organización no dijera nada en vez de decir algo de lo que podría arrepentirse después.

Al final del debate, la administración Bush le sugirió a Venezuela que tuviera en cuenta la experiencia de otras naciones en la región. La referencia exacta no se mencionó pero fue obvia: Argentina. Enfrentada a principios de año con la posibilidad de una creciente violencia que podría salirse totalmente de control, el Presidente argentino Eduardo Duhalde acudió a una solución electoral. Esa decisión, perfectamente legal bajo la constitución argentina, ayudó a reducir las tensiones en una nación tan duramente golpeada financiera, política y socialmente, dijeron varios aquí esta semana.

Hay una diferencia clave en estos dos casos. La llamada de Duhalde en Argentina vino de alguien sin ningún interés directo en el resultado de las elecciones, ya que él no es candidato. La llamada de Estados Unidos fue vista como un respaldo a los opositores de Chávez cuyo claro propósito es reemplazarlo.

Hace ocho meses la administración Bush fue duramente criticada por un error casi idéntico. A veces los más poderosos tampoco aprenden ni a palos. © 2002 Washington Post Newsweek Interactive

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