C h á v e z : d e d ó n d e v i e n e y a d ó n d e v a
Pedro Pablo [Aquí va un texto relativamente extenso donde el compa ha reunido ideas que ya venía exponiendo en artículos pubicados en El Libertario, documento que por lo demás expone un balance de la trayectoria política del chavismo tras 4 años en el poder y de las perspectivas que se anuncian para el futuro del "Proceso"]
¿A cambio de qué perdimos un modo de vida que no era tan malo si lo comparamos con el que tenemos hoy y con el que tendremos en el futuro, perdiendo a la vez las posibilidades de una transición menos dolorosa a mejores formas de organización socio-política? Como Ulises, por el canto de sirena de un militar fracasado que, con su pinta de guapo de barrio y su lenguaje coplero, subyugó a mujeres y hombres, con un discurso de contenido absurdo, que presentaba un proyecto inaplicable pero al que casi todos se adhirieron, incluyendo aquellos que suponíamos eran estudiados y bien preparados, que hoy lucen como el papel sanitario de un militar cuartelero. ¡Pobre Mayz, pobre Olavaria, pobre Escarrá, pobre Elechiguerra, pobre Brewer Carías, pobre Alí Rodríguez, pobre Armas! A todos ellos se los llevaron por los cachos Diosdado, Dávila, Bernal, Lina Ron, Maduro, Lara, Iris Varela, Barreto, Acosta Carlés y Lucas Rincón, que hasta hoy se muestran como los verdaderos agentes de una banda de ambiciosos que engañó a la mayoría de los venezolanos con una coartada ideológica que sólo una gran ignorancia, o un pobre espíritu revanchista, podía aceptar. El proyecto no aguantaba una mínima evaluación político-racional ni en su teoría ni en la calidad de los encargados de aplicarla. Para muestra, se achacan a Chávez sus supuestas inclinaciones comunistas cuando él mismo nunca se ha declarado socialista y suele emplear categorías socio-políticas típicamente fascistas como "pueblo", "descamisados" y similares. Se alega que ha considerado a Cuba "un mar de felicidad" y es amigo de Fidel, como si al régimen castrista lo pudiéramos incluir entre los socialismos cuando allí no hay sino un estatismo autoritario unipersonal.
Al cabo de estos 4 años el proyecto se ha delineado claramente, aunque siempre hubo vislumbres para los que querían verlos. El proyecto chavista es el poder, apoderarse del poder y ejercerlo sin cortapisas, sin frenos, sin limitaciones, cueste lo que cueste. No cabe duda que para el año 1998 la sociedad venezolana ya era demasiado compleja para ser sometida con esa fórmula tosca, a pesar de lo cual mucha gente no dudó en votar por Chávez con una ingenuidad política propia de una visión mesiánica de la historia formada en el culto a Bolívar, la influencia religiosa en toda la educación y una inadecuada incorporación de los principios de la modernidad. Sin duda todos reclamábamos un cambio, ante la desesperante putrefacción del régimen de la democracia de partidos que venía desde 1958. En medio de nuestras dificultades parecíamos preparados para un siglo diferente, pero cuando se tuvo la alternativa, luego de matar al tigre, se le tuvo miedo al cuero y el país cayó en la seducción de un líder supuestamente revolucionario que, apelando a los prejuicios y preconceptos más primitivos que nos conforman y ante la ausencia de una consolidada capacidad crítica propia de la política moderna, logró capturar la imaginería venezolana, muy ayudado por los medios que él mismo hoy tanto critica cuando se vuelven en su contra, porque sabe de su capacidad para crear ídolos como él mismo.
Los trucos del encantador de culebras Cuando Chávez accedió a la formalidad del poder, su única alternativa para usufructuarlo plenamente era una destrucción de esta sociedad, de su talante de cambio, de su estructura económica, de su incipiente pensamiento político y de su capacidad de resistencia. Un proyecto de poder omnímodo sólo se puede ejercer en circunstancias de gran depresión económica, cultural, educativa y espiritual de la población, como lo muestran Cuba, Irak, Zimbabwe o Libia. La verborrea anti-liberal se justificaba porque el liberalismo económico requiere también del liberalismo político para consolidarse, y Chávez nunca menciona al socialismo porque con más razón los verdaderos socialismos reclaman estas libertades y persiguen el progreso individual y colectivo. Pero a un proyecto de dominio y poder le es necesario esa degradación que no teníamos, esa degradación de la que hace gala en su conducta, en sus discursos y en los haceres y decires de sus asistentes.
Para lograrlo, luego de aprovechar el momento electoral para asumir todo el poder institucional (demostrando así la profundidad de la crisis que liquidaba a la democracia de partidos), se propuso montar una nueva constitución, supuestamente a la medida de su ambición. Pero la ineptitud intelectual de su gente, conformada por mediocres que llevaban muchos años esperando la oportunidad, los llevó a cometer errores y dejó abierta demasiadas brechas para la resistencia por lo que, a pesar de sus discursos defendiéndola, ha tenido que ignorarla consistentemente. Es más que claro que entre nosotros no hay reglas de juego salvo la fuerza, y ni siquiera podemos decir que no hay Estado de Derecho. Definitivamente sólo hay fuerza sin racionalidad de ningún tipo.
Paralelamente Chávez principió la campaña destructiva en los otros frentes. Inició el desafío a sus adversarios con un verbo provocador, provocador por lo absurdo, por las mentiras, por lo intelectualmente insostenible y formalmente degradante. Pero como reacción logró centrar toda discusión en lo personal, haciéndose único objeto de toda conversación en la población, capturando toda la imaginería social, que pasó a tenerlo como único tema, reduciendo así el vuelo del pensamiento político. Chávez había tenido un buen entrenamiento en este proceso, porque su candidatura fue aupada por los medios, que lo entrenaron pensando que iban a poder dominar a este torpe militarote carismático, ignorando su ambición de poder sin límites, su total falta de escrúpulos y de racionalidad política. Su tarea más difícil fue destruir la estructura social. Para eso encontró la oportunidad que le brindó la abismal torpeza de muchos de sus oponentes. Partiendo de una oposición inexistente en diciembre del 2001, un sector de la población avizoró lo que se venía y se generó una disconformidad masiva que forzó en Abril del 2002 su renuncia, como lo anunció el alto mando militar, cuyo más alto jefe sigue cobrando su silencio al respecto y es hoy Ministro del Interior. Todos vimos al presidente abandonando Miraflores tembloroso, negociando su salida, pidiendo antiácido y antidepresivos. Pero ese logro de la oposición se perdió por los propios errores de la camarilla que encabezó el movimiento, cuando se mostró como una alternativa inaceptable. Si hoy estamos peor que hace un año, tan culpable es Chávez como Carmona Estanga. Tuvimos suerte de que presenciamos todo eso por los medios.
Sin embargo, el Comandante estaba herido y el cúmulo de errores, especialmente en el orden económico, (con el mayor ingreso petrolero de los últimos 10 años devaluó la moneda en más de un 300%) lo llevó a perder apoyo popular. Para la segunda mitad de 2002, era más que claro que el Presidente sería fatalmente derrotado en cualquier tipo de decisión electoral, por lo que tuvo que montar otra base de sustentación más allá del "Aló Presidente". Por un lado, volvió a las trampas de reemplazar la democracia participativa y protagónica por las marramucias institucionales que tanto conocimos en la era de la democracia de partidos, agravada por un exagerado todo vale para ganar y una destrucción sistemática de las instituciones en su poder. En la República Bolivariana, desde las escuelas primarias hasta el TSJ, pasando por los poderes del Estado, la policía, el ejército o el uso de los dineros públicos, nada funciona regularmente y con algún orden que permita el seguimiento y control al que se supone nuestros representantes están sometidos. Pero mucho más importante, lo logró mediante el tradicional mecanismo latinoamericano de comprar de la fidelidad de la Fuerza Armada, que se le había mostrado esquiva en Abril, a la vez que empieza a mostrarse la zarpa represiva con el uso de la Guardia Nacional para enfrentar a la oposición, precisamente el mismo cuerpo militar que Chávez anunció que pensaba disolver; lo que haría aprovechando así para borrar sus desaguisados, organizando otro que lo reemplace, sin afectar a la FA en su integridad ya que la GN ha sido siempre un cuerpo que oscila entre militar y policía. Sería fácilmente reemplazada por una Policía Federal, que centralizaría toda la represión policial, para lo que es necesario eliminar las policías locales, proceso que se ha iniciado, nuevamente con poca atención a las formas legales. Además, queda en reserva, según la fortaleza que pueda adquirir la oposición en la calle, el uso de fuerzas de choque parapoliciales para hacer el "trabajo sucio" que no es conveniente de ejecutar con los aparatos armados institucionales.
Desmantelar para dominar A esta altura, el proyecto parece ser volver a 1920: una población ignorante, disminuida, marginal, desocupada, a la que se domina políticamente con discursos, represión y el otorgamiento arbitrario de las dádivas petroleras. La combinación de conuco populista con destrucción del desarrollo industrial nos haría totalmente dependiente del exterior, lo que permitiría al gobierno mantener una buena cara ante los eventuales proveedores, ya que tenemos fuentes de ingresos invalorables. Las industrias desarrolladas necesitan gente capacitada y, como esto no convenía al plan de dominio, la carta es el ahogo de las empresas privadas y la progresiva venta de las estatales al capital extranjero, que las recibiría con beneplácito. Este plan, en alguna medida, se le ha facilitado con la huelga petrolera, que le da una justificación discursiva para la liquidación de las riquezas nacionales. Chávez tenía así asegurada la vista gorda internacional frente a su progresivo dominio de la gente del patio, que se refuerza ahora con el control de cambio le permite un elemento más a favor de la sumisión interna con el futuro RECADI Bolivariano.
Este modelo es el de Gadaffi, Hussein y Castro, en los que el Jefe de Gobierno es el dueño del país y quien negocia con las empresas extranjeras la entrega de recursos, impidiendo el desarrollo de instancias locales que siempre implican la capacitación de la gente nacional que complica el panorama interno. El país se identifica con una sola persona, la cabeza del movimiento, con la que hay que tratar y negociar las prebendas, los favores, los permisos, los negocios, todo, mientras se mantiene a la población sometida y sumisa. Para eso, usa una coartada ideológica basada en el discurso antiliberal, la defensa de los pobres, y todos los demás clichés propios del populismo, mientras ejecuta políticas neoliberales en su beneficio, se ocupa de mantener la pobreza que ayudó a su ascenso y apela a la represión cuando la protesta se torna incontrolable. Creo que todo anarquista debería agradecer a Chávez haber mostrado con tanta claridad cómo los intereses del Estado, y los beneficios que de él obtiene la camarilla que lo domina, tiene tan poco que ver con los intereses de la sociedad que lo sostiene y a la que supuestamente representa.
Las maniobras en el frente externo En este proceso, el paro cívico y la huelga petrolera tan prolongada representaron una dificultad, porque afectó intereses que no debía. Chávez tenía asegurado el apoyo del Gobierno de Bush porque representaba la seguridad de suministro petrolero, en caso de la guerra contra Irak. La guerra de Irak tiene como meta el dominio del petróleo irakí por las empresas del grupo que Bush lidera y defiende, para lo cual contaba con Chávez y el petróleo venezolano como retaguardia. Pero la huelga interrumpió esta complicidad de intereses (nadie defiende ya ideologías salvo durante los discursos en los medios. Para ejemplo, Lula). Entonces, Bush comienza a replantear su apoyo al Comandante Chávez, que ya no sirve al plan original del grupo económico de Bush y decide mandar a Gaviria, Secretario General de la OEA. La presión se acentuó con una movida que le falló precisamente a Lula, y lo compromete en su gestión internacional, como es la de promover la intervención del colectivo internacional en la solución de los conflictos internos (la globalización es un hecho). Digo que le puede costar a Lula porque no hay identificación ideológica posible con Chávez. La conformación del grupo de países amigos puede significar la ruptura del apoyo latinoamericano al Comandante, que hará lo posible para neutralizar este montaje, aunque tenga que quemar sus integración internacional.
Pero Chávez tiene todavía una carta, apoyada en las armas y el discurso, y es la liquidación de la riqueza nacional, y para aprovecharla está Francia en primer lugar. Venezuela carece de recursos humanos para poder reemplazar a la gente del petróleo que ha decidido enfrentarse al gobierno, tal como lo vemos con el ingreso de grupos de libios, marroquíes, hindúes, etc, para intentar hacer algo. La única alternativa es privatizarla, entregarla a empresas transnacionales. Tal como se ha anunciado, PDVSA será dividida, muy probablemente para ser vendida en partes y el gobierno venezolano está poniendo esta zanahoria para lograr que la opinión internacional lo siga sosteniendo mientras le da tiempo para apretar el dominio de la oposición interna, que se produce aceleradamente con la degradación de toda la estructura social venezolana.
Sin duda que este proyecto es totalmente contrario a todos los movimientos latinoamericanos con aspiraciones socialistas, aunque muchos de ellos no han dudado en apoyar la coartada ideológica de Chávez. Pero el proyecto final del Comandante va en contra de los intereses de los gobiernos de esta tendencia que han nacido y de los que aspiran a nacer. Nada peor para Lula y Gutiérrez que apoyar a un Chávez que desnude su carácter autocrático, privatizando las empresas básicas de su país para beneficiarse en su poder. Como EE.UU. tampoco las tiene buenas con Chávez, éste es un momento difícil para el impostor bolivariano y para la sociedad venezolana. En el asunto juegan muchos intereses, ninguno ideológico, y un cronograma que es vital para el tipo de solución a la que se llegue. Si Chávez logra el control interno antes de que la presión, nacional e internacional, lo obligue a ceder, entonces Venezuela puede volver a estar 30 años como estuvo con Juan Vicente Gómez, como están los países más sometidos del globo, inmersos en una progresiva miseria en todos los sentidos, sometidos en un culto a la personalidad, mientras entrega su economía a las transnacionales para que le den las monedas que necesita.
No debemos pensar que la presión internacional sea suficientemente para desalojar a Chávez y basta ver lo que sucedió en Yugoslavia o lo que sucede en Irak para darnos cuenta de esto. Puede que tengamos dificultades, pero estimo que Chávez está dispuesto a sacrificar hasta su inserción en el contexto internacional, donde nadie llorará por nosotros, con tal de mantener su proyecto. Usará los podios internacionales mientras le sean útiles, pero no dudará en abandonarlos si no le resultan favorables. Su meta inmediata es ganar tiempo, mientras acentúa la represión interna para dominar a los venezolanos. Ya se asoman los temores propios de los regímenes autoritarios, de presiones de todo tipo, apresamientos arbitrarios, denuncias, ataques solapados a los particulares, acoso, ausencia de recursos institucionales de protección, gratuita exhibición de fuerza.
Ni adversarios, ni interlocutores En cuanto a la oposición interna, la presión del gobierno sobre ella se va de mantener apelando a todos las triquiñuelas que las dictaduras y "dictablandas" latinoamericanas han desarrollado, usando lo institucional y lo marginal en la medida que se requiera. Se busca el agotamiento, que la falta de coherencia de la oposición facilita. Chávez ha sido claro en su discurso: su objetivo no es moderno, mejorar en términos de confort, salud, beneficios materiales, larga vida, educación, medio ambiente. El objetivo de su movimiento es la revolución, una abstracción que, como cualquier otra (como Dios, la Libertad, la Justicia, la democracia participativa), es muy difícil de darle contenido y que, concretamente, tiene una sola manifestación que es un líder en el poder. En aras de esa revolución, lo ha dicho claramente, no dudará en traer hambre y miseria.
Es muy difícil dialogar racionalmente con la mentalidad chavista cuasi medieval, en especial si el interlocutor ha hecho suyos los principios modernos del sujeto individual como fundamento en el que apoya su visión de mundo, del progreso, del desarrollo. Todo el discurso chavista se fundamenta en abstracciones como el soberano, el pueblo, la revolución, el proyecto bolivariano, los pobres, pero nunca hace ninguna referencia a otra individualidad que no sea la propia, la de su abuela y, antes del divorcio, a su hija. Esta es una clara señal de que la relación se concibe entre un individuo y una masa a la que hay que dominar para que obedezca ciegamente. Es la típica relación del capitán con sus soldados, de alta camaradería pero a los que no duda en enviarlos a la muerte para lograr su medalla. Aquí podemos ver las fallas del entroncamiento de Latinoamérica y de su gente en la modernidad, que permite a estos líderes asumir tanto poder gracias al retraso heredado de nuestro proceso colonial y la tradición imperial indígena, que ha consolidado en la mentalidad de nuestro pueblos una admiración al milagro y el mesianismo que ha hecho posible figuras como Somoza, Stroessner, Fidel Castro, y tantos otros que nos han sumido en el atraso y nos ha hecho perder el tren de la historia en el siglo XX, colocándonos entre los países de peores perspectivas para el futuro.
Frente a este liderazgo unipersonal, concentrado, sin escrúpulos ni racionalidad (porque el poder no la requiere) pero con astucia y malicia, se levanta una oposición heterogénea y múltiple. Eso no es malo, al contrario, sólo que tiene dos inconvenientes en estas circunstancias. Por un lado, no es tan eficiente en el corto plazo, y por otro porque el liderazgo no siempre está en manos de la gente que tiene la autoridad intelectual y moral para ejercerlo y por ello sometido a crítica y revisión de todos sus pasos. Esa falta de autoridad se deriva de su ineptitud y de antiguos compromisos con un modo político que mostró su obsolescencia en el pasado, ya que fueron esos polvos los que trajeron estos lodos. Pero debemos tener en claro que, muy esperanzadoramente, la gente supera a estos líderes, pero que necesitará un tiempo para modelar sus representantes y su futura organización socio-política. La ineptitud del liderazgo opositor se manifiesta en que todavía no hay un proyecto discutido que se asuma, lo que tampoco es malo porque siempre la amplia discusión para producirlo es lenta, pero hace que esencialmente se actúe en respuesta al proyecto chavista. En el enfrentamiento inmediato no hay claras alternativas ni metas definitivas, agravado porque son muchos los que prefieren esta indefinición para aprovechar la situación cuando se presente. Frente a ello, el chavismo cuenta con la fuerza del ejército que lo apoya sin tapujos, tiene objetivos claros, se mueve en pos de ellos y no duda en avanzar tras sus metas ignorando toda regla de juego. En este panorama, el tiempo se mueve en contra de la oposición, que necesita un plazo más largo para desarrollar sus propuestas, metas y modos efectivos de acción, que el oficialismo. Por eso, Chávez necesita muy poco tiempo, y se ha visto favorecido al acelerarse las acciones. Tiene que apurar el paso debido a la crítica situación en la que está inmerso; en eso se ha volcado todo su empeño y de nosotros depende que lo logre, o no.