Libre comercio: ¿Quién se beneficia?
Carlos Ball
2001.com.ve
A menudo oímos decir que en la apertura comercial de las Américas, los principales beneficiarios serían las grandes empresas multinacionales. La realidad es otra: Los más beneficiados serían los latinoamericanos pobres, quienes hoy pagan precios altos por sus alimentos, bienes y servicios básicos, gracias a la frecuente alianza de políticos, productores y sindicatos locales en mantener trabas a las inversiones extranjeras, a la vez que altos aranceles, cuotas y prohibiciones de importación. Los latinoamericanos ricos siempre podrán viajar a Estados Unidos y comprar barato.
Los países asiáticos, que eran mucho más pobres, y una decena de naciones del este de Europa, que apenas emergen del comunismo, gozan ya de niveles de vida muy superiores a los de América Latina.
Era lógico pensar que una vez que los mexicanos se quitaran de encima 71 años de gobiernos corrompidos del PRI, todo cambiaría. Pero continúan las trágicas muertes de mexicanos indocumentados tratando de cruzar la frontera y seguimos oyendo tonterías como la reciente del presidente Vicente Fox sobre que "Pemex no sólo es parte de nuestra economía, sino parte de nuestra historia".
La petrolera estatal Pemex es blasón de la corrupción gubernamental y sindical mexicana, a la vez que modelo de ineficiencia. En 1938, con la excusa de querer mejores salarios para los obreros petroleros, el presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó las concesiones. Estados Unidos no protestó mucho, porque la mayoría de las concesiones estaban en manos de la Royal Dutch Shell. Las autoridades mexicanas declararon que las empresas petroleras habían ya explotado el 90% de las reservas mexicanas, debiéndoseles compensación por apenas el 10% restante. El entonces secretario de Estado, Cordell Hull, advirtió a las petroleras que no esperaran ayuda del gobierno de Estados Unidos, por lo cual estas procedieron a aceptar la compensación ofrecida de apenas 30 millones de dólares para las empresas norteamericanas y 130 millones para Mexican Eagle (Shell).
Es decir, esa historia gloriosa a la que se refiere Vicente Fox comenzó con un fraude. Y no sólo por violar contratos y derechos de propiedad, sino porque lejos de aumentar los salarios a los trabajadores mexicanos, Pemex procedió a reducirlos. Igual que los venezolanos 38 años más tarde, los mexicanos entonces gritaban "ahora el petróleo es nuestro". ¿Nuestro o de los políticos como Fox y Chávez?
Se trata de una historia emblemática de la tragedia y de la pobreza latinoamericana. Pero la culpa no es sólo de los políticos, sino también de los pueblos que se dejan engañar. Y mis colegas periodistas a menudo aplauden que, en este o aquel importante acuerdo de apertura, el ministro logró posponer por 15 años la inclusión de la fábrica de vidrio y a los productores de maíz, asegurando el empleo de tantos miles de ciudadanos. Lo que entonces ocultan es el mucho mayor número de compatriotas que pasará hambre porque los alimentos seguirán caros y las viviendas pobres seguirán sin vidrios en las ventanas. Ese ministro o su partido político, de alguna u otra forma, pasará la factura a los empresarios locales que salen beneficiados al no tener que competir por 15 años más.
Del lado de Estados Unidos, lo que sucede no es mucho más feliz. Por una parte está el representante de Comercio, el embajador Robert Zoellick, miembro del Gabinete, quien ha formulado la excelente propuesta de eliminar todos los aranceles industriales para el año 2015. Eso realmente beneficiaría a los pobres de todo el mundo. Aún mejor sería incluir la eliminación de los aranceles a los alimentos, lo cual salvaría más vidas que todos los programas de ayuda internacional y de las Naciones Unidas juntos.
Pero el problema en Estados Unidos es que el organismo encargado de vender al mundo los beneficios del capitalismo y de la economía libre, el Departamento de Estado, tiene una burocracia tan enemiga de tales principios como las que encontramos en la ONU y en los gobiernos de México, Venezuela, Uruguay, Argentina, etc. Siendo así, no podemos esperar un ALCA vigoroso, difundiendo libertad de elección entre todos los consumidores de las Américas. Los burócratas socialistas afincados en el Departamento de Estado desde tiempos de Franklin Roosevelt siguen empeñados en complicar los tratados, incluyendo cláusulas ambientales y sindicales que hubieran logrado impedir el desarrollo económico de Estados Unidos en los siglos XIX y XX.
(*) Director de la agencia AIPE y académico asociado del Cato Institute.