La izquierda anacrónica o la contrarrevolución chavista
Domingo Alfonso Bacalao (hijo) 21 de Mayo de 2003 entornointeligente.com
Sólo una impropiedad del lenguaje, una ligereza o corrupción del idioma, puede sostener que el mal llamado “proceso chavista” se trate de una “revolución”. Es, pura y simplemente una contrarrevolución que se está llevando en su locura los pocos y modestos avances que habíamos logrado en convivencia y cultura democrática. Y en lo que respecta a las desigualdades sociales, a la exclusión, la pobreza e insensibilidad política de los largos años de la llamada IV República, los ha acentuado fuertemente, condenando a los más débiles a la tragedia de un populismo crepuscular.
En lo atinente a la corrupción, derrapada y sin freno, los éxitos de los llamados doce apóstoles es el último capítulo de una hazañosa prédica moralizante. ¿Se trata, entonces, de una revolución o de una contrarrevolución? ¿Qué dicen las realidades, la terca presencia de los hechos, las fechorías que como una reguera de inmundicias van quedando en el camino? Un enorme salto atrás, una vuelta a lo peor que tuvimos en el siglo XIX, militarismo, caudillismo y autoritarismo, envuelto en una demagogia brutal ribeteada ideológicamente con los conceptos de la pre-modernidad. Las propuestas relativas a los gallineros verticales, a los cultivos organopónicos, al conuco y a los huertos familiares en las azoteas, dan una muestra de esta contrarrevolución que apuesta a la destrucción del país, si una oposición errática, llena de ambiciones y cultivadora de sus propios intereses egoístas, crea las condiciones para ello. ¿Lo logrará, tan lejos nos ha llevado la crisis para siquiera intuir tal posibilidad? Se nos ha propuesto un modelo, para acabar de destruir el país y su modesta democracia -que tiene un gran futuro- anclado y envejecido en la isla cubana, donde un anciano déspota subyuga y esclaviza a un pueblo merecedor de otro destino. Algunos intelectuales trashumantes, alegres y bien remunerados viajeros, en busca del escenario que no encuentran en su propio suelo, elogian y enaltecen esta contrarrevolución que no quieren en sus naciones, pero desean experimentar en terreno tercermundista.
Ya lo dijo James Petras, que calificó a la Ley de Contenidos que se quiere aplicar en Venezuela, como protofascista e inaplicable en los Estados Unidos, pero buena para nosotros. Del mismo talante es Ramonet, ligero en el análisis, en la medida en que no conoce bien nuestra situación.
Si utilizamos las viejas referencias históricas de izquierda y derecha -útiles todavía, por su esquemática contundencia- resulta que la izquierda anacrónica, ha devenido hoy por los diversos giros de los tiempos, en la más atrasada, reaccionaria y contrarrevolucionaria derecha del siglo XXI. Enemiga de la libertad, amante de la concentración autoritaria del poder, conculcadora de los derechos humanos, alérgica a la pluralidad y a la disidencia y en todo opuesta a una democracia abierta donde cada ciudadano en comunión con las instituciones libres labre su propio destino, sin la caprichosa presencia de un iluminado que se cree poseedor de todas las verdades y dueño de los destinos individuales del gran colectivo social. Todavía en el siglo XX la vieja izquierda anacrónica -a nivel planetario- despertaba ilusiones y esperanzas, esfumadas cuando los crímenes de Stalin y el socialismo real horrorizaron al mundo y a quienes habían creído en aquella utopía convertida en demencial tragedia. La caída del Muro de Merlín y la disolución de la Unión Soviética dieron la estocada final a esa inmensa pesadilla.
El totalitarismo -la perversión del poder, su concentración en una élite que quería actuar en nombre de los demás, la nueva clase- fue afortunadamente sepultado para siempre. ¿Sepultado para siempre, decimos? ¿Qué nos ofrece la contrarrevolución chavista, esa derecha ultramontana, que se ubica a la derecha de los sectores más conservadores y recalcitrantes de la sociedad, que quiere resolver nuestros problemas -supuestamente- sin siquiera consultar nuestra opinión, con el agravante de la utilización del terror, la intimidación, la violencia y el desconocimiento absoluto de las normas establecidas en una Constitución nonata?
La cuestión moral es el Talón de Aquiles de la izquierda anacrónica venezolana: tanto predicar y ofrecer el hombre nuevo, para terminar asumiendo y reforzando los vicios del pasado.