Control de cambio: Arma letal
Instalado como ha sido con todo su rigor lo que el gobierno considera como control de cambio y que para el resto del país no pasa de ser más que la congelación de toda transacción con divisas extranjeras, habría que precisar cuál fue la motivación oficial para establecer tan funesta medida y las consecuencias que ella ha procreado. Habría entonces que remontarse a aquella contundente demostración de rechazo a la política gubernamental que constituyó el paro nacional protagonizado por la CTV, Fedecámaras y la sociedad civil, que desencadenó la furia del jefe del proyecto "revolucionario", quién juró vengarse de todos los que osaron enfrentársele con esa acción cívica. Los comerciantes, industriales, empleados y obreros que paralizaron sus actividades, debían recibir una aleccionadora ración de latigazos por su conducta. Así se recurrió al control como un medio expedito para suspender el suministro de dólares a los causantes del enojo presidencial, quien había advertido que no entregaría ni un dólar para los golpistas, a excepción suya que los tendría a cántaros a pesar de su condición de golpista convicto y confeso. Esa orden resumía toda la rabia, el odio, la ignorancia y la desesperación de quien la impartía.
Y comenzó el gobierno "revolucionario", "made in Cuba" a aplicar la parte más aberrante de eso que los economistas definen como neoliberalismo, consistente en inundar al país de mercancía extranjera a punta de billete. El Gobierno se olvidó de la cacareada defensa de los puestos de trabajo, del incremento de la producción nacional y el logro de precios asequibles para los artículos de consumo popular. Cadivi, esa piedra de tranca dirigida por un hombre que jura que la divina providencia nos ayudará a lograr los recursos necesarios para regularizar nuestra actividad de importación, se ha convertido en la profunda fosa común donde son enterradas todas las solicitudes de dólares al cambio oficial. Ahí es donde la gata se subió a la batea para pedirle a los intrépidos peticionarios de divisas destinadas al pago de las mercancías que requieren importar que presenten hasta el resultado negativo del examen del HIV. La gente de Cadivi experimenta una como sádica sensación de felicidad cuando señala los 28 requisitos que han de satisfacer los posibles beneficiarios de la gracia gubernamental, siendo el primero de ellos la constancia del Ministerio del Interior y Justicia y de la directiva de Pdvsa de que no participó en el paro golpista, fascista, terrorista y desestabilizador de Fedecámaras, la CTV y los trabajadores petroleros.
Y es este gobierno, bribón, pícaro y maula como ningún otro en nuestra historia republicana, que no paga sus obligaciones a los particulares que negocian con él, que debe a la Cantv, a la Electricidad de Caracas, al Seniat, al Seguro Social, al INCE, y a los trabajadores a su servicio, el que, sin embargo, goza de dólares sin requisito alguno para traer invitados extranjeros que vienen a cantar loas al régimen revolucionario del megalómano que funge como nuestro presidente y para que sus funcionarios allegados viajen al exterior venezolano a hablar mal de la oposición. El gobierno, que es un insolvente rebelde en el pago de sus obligaciones legales es el mismo que en forma enristrada le pide a los particulares las pruebas de que está al día en sus compromisos con los organismos oficiales. Tal actitud nos recuerda aquello de que "todo mal pagador es un excelente cobrador". Y cómo alza la voz el presidente cuando llama tramposos a los empresarios y particulares que acusan algún retraso en sus pagos al fisco, porque al fisco se le paga siempre y no se le discute nunca, y a quien discute se le añade multa e intereses moratorios. Se paga primero y se averigua después. Duele pagar a un estado que nada nos retribuye a cambio y que mete codiciosamente la mano en nuestros bolsillos para llevarse hasta el pañuelo.
En la Tesorería Nacional hay constancia del orangután que en el renglón de deuda interna ha criado y mimado el Gobierno. Por vía de ejemplo cito el caso de un constructor italiano que en días pasados se halaba los pelos de la desesperación en esa oficina, reclamando la cancelación de un trabajo realizado al Estado. La secretaria que le atendía, tratando de calmarlo, le recomendó que llamara al día siguiente porque ella le tendría una información, pero el hombre lloroso le aclaró que el teléfono de su casa se lo habían cortado por falta de pago y el celular tuvo que venderlo para comer unos días.
Pero, ¿qué digo, que Cadivi no entrega dólares? Es una falacia, y el presidente de ese organismo lo aclara cabalmente. Entregó (y aquí debe haber una confusión pitagórica) ocho mil dólares (supongo que ocho millones por lo menos, para evitar el ridículo). Son billetitos verdes que el feliz adquiriente va a pagar a mil seiscientos bolívares por dólar, bueno, siempre habrá unas piedrecillas en el camino: Que dame la planillita y toma; que pásamela rapidito y ahí tienes; y déjame pasar y aquí tienes para que te comas una arepa pepeada y su chocolatico para la secretaria, si es que no surge una roca voluminosa que complique las cosas.
Con su política de control, el gobierno prueba su ubicación clara en el campo del neoliberalismo vituperado por el Sr. Chávez, porque resuelve todo trayendo productos terminados para la competencia desleal con el comercio e industrias nacionales. La fórmula del presidente es sencilla y preconcebida para arruinar nuestra economía. El dice: "No doy dólares a la empresa privada para así asfixiarla hasta que llegue la parca. Al no poder producir nada escasearán en el mercado los artículos requeridos por el pueblo, y eso sería una acción clarísima de saboteo del proceso revolucionario, y yo, en defensa del pueblo, tengo que traer los productos de fuera". Colosal la estratagema, pero brutal y fácil de descifrar.
Y, finalmente, hay una cuestión que despierta mi curiosidad: ¿Cuál es la razón para que sea Cuba el que nos facture la harina de trigo, supuestamente de procedencia italiana? ¿Cuál es el negocio que se oculta en este extraño manejo? El Gobierno verá pronto que esa silenciosa miseria que él ha fomentado levantará su voz enérgica de protesta. Ustedes, gente del Gobierno, disfruten hoy lo mejor que puedan de su día, porque mañana ineluctablemente tendrán su fin.