The United States and the Nature of Power
<a href=www.vheadline.com>Venezuela's Electronic News Posted: Monday, May 12, 2003 By: Ambassador Alfredo Toro Hardy
Venezuelan scholar & diplomat Alfredo Toro Hardy writes: Michael Hardt and Antonio Negri made a distinction between imperialism and empire. Imperialism would be none other than the expansion of the sovereignty of the ruling super power over their dominated spheres. Empire, on the other hand, is a form of power expressed by means of an international consensus on a set of rules and beliefs.
The essence of the empire is to be a form of power that has permeated the collective conscience and determined its values (Empire, Cambridge, Harvard University Press, 2000). Michel Foucault talked about the existence of two forms of society: the “disciplinary society” and the “society of control.” The first is that in which social command is imposed through an apparatus that stipulates and regulates a set of norms of behavior and sanctions, its obedience or disobedience. In the second form of society, in contrast, the norms of behavior have been internalized by the citizens, becoming part of their own mind set (Dits et écrits, Paris, Gallimard, 1994).
Joseph Nye proposed the distinction between “hard power” and “soft power.” The hard one is established through conventional power formulas such as coercion and military might. The second is articulated through the “universality of a country’s culture” and its ability to create a set of “favourable rules and institutions” that allows for its dissemination (Bound to Lead: The Changing Character of American Power, New York, Basic Books, 1991).
The common denominator among all the former proposals is the essence of real power: that which is the product of a general consensus that has been internalized as part of a society’s own core of beliefs.
The extraordinary merit of the United States of America had been to achieve a form of power as the one previously described. Never before in human history had a hegemonic power been able to transcend, in such a way, the boundaries of coercive power, to create an international consensus around its values and project them as the nucleus of a universal culture and framework.
By the end of the 90s, the United States had managed to create a global coalition by way of markets, international institutions and security alliances. Furthermore, it had managed for globalization to take, to the most remote corners of the world, the essence of their beliefs, their life style and their popular culture. The real nature of their power lied in the implementation of what Ignacio Ramonet has named “the single thought.”
A good description of that single thought could be found in the following words by Benjamin Barber ... “In the old times capitalism had to capture the political institutions and the elites in order to control politics, philosophy and religion and, in this way, impose an ideology at its service. Today it markets, as one of its most profitable products, ideology itself” (Jihad vs. McWorld, New York, Ballantine Books, 1996).
That was, indeed, the true nature of American power.
Immersed in archaic understandings of the nature of power, the Bush team has been destroying ... step by step ... an international order and a system of consensual rules and beliefs, of which the United States was the main artificer and beneficiary.
With these changes, they have rearwarded from empire to imperialism, from the society of control to the disciplinary society and from soft power to hard power. Having attained the utmost of post modern power, United States has gone back to conceptions of international power akin to the thought of the 17th century.
Alfredo Toro Hardy is a Venezuelan scholar and diplomat who has held many ambassadorial posts, including Washington D.C., London, Brazil, Chile etc. Author of several books, he writes regular editorial commentaries in the Spanish-language Venezuelan media and VHeadline.com Venezuela. You may email Ambassador Toro Hardy at embvenuk-despacho@dial.pipex.com
Estados Unidos y la naturaleza de su poder
Diplomatico y escritor Venezolano, Alfredo Toro Hardy: Hardt y Negri establecieron una distinción entre imperialismo e imperio. El imperialismo no es otra cosa que la expansión de la soberanía de la potencia dominante sobre las esferas sometidas a su dominio. El imperio, por el contrario, es una forma de poder que se expresa por vía de un consenso internacional en torno a un conjunto de reglas y creencias.
La esencia del imperio es un poder que ha penetrado la conciencia colectiva, determinando sus valores ( Empire , Cambridge, Harvard University Press, 2000). Michel Foucault planteó la existencia de dos tipos diferentes de sociedad: la 'sociedad disciplinaria' y la 'sociedad de control'. La primera es aquella en la que el comando social se impone por vía de un aparato que prescribe, regula o sanciona el cumplimiento o el incumplimiento de un conjunto de normas de comportamiento. En la segunda, por el contrario, las normas de comportamiento han sido interiorizadas por los ciudadanos, haciéndose parte de su propia estructura de pensamiento (Dits ét crits , París , Gallimard, 1994).
Joseph Nye planteó la distinción entre 'poder duro' y 'poder suave'. El duro es aquel que se establece a través de fórmulas convencionales de poder como la coerción o la superioridad militar. El suave se expresa a través 'del universalismo de la cultura de un país' y de su habilidad de establecer 'un conjunto favorable de reglas e instituciones' que permita la promoción internacional de ésta (Bound to Lead: the Changing Character of American Power , New York, Basic Books, 1991).
El denominador común de todos los planteamientos anteriores es la esencia del verdadero poder: aquel que ha llegado a ser interiorizado.
Benjamin Barber ha hablado acerca del poder inédito resultante de la sinergia entre las tecnologías de la información y el entretenimiento, lo cual se ha traducido en un 'control sobre el alma humana'. Según sus palabras: 'Antiguamente el capitalismo tenía que capturar las instituciones políticas y las élites para controlar la política, la filosofía y la religión y, de esta manera, imponer una ideología a su servicio. Hoy elabora como uno de sus productos más rentables a la ideología misma' (Jihad vs. McWorld , New York, Ballantine Books, 1996).
El merito extraordinario de Estados Unidos fue haber logrado un tipo de poder como el antes descrito. Nunca antes en la historia humana una potencia hegemónica había logrado trascender de forma tal los límites del poder coercitivo, para generar un consenso internacional en torno a sus valores y lograr proyectar los mismos como esencia de un orden y de una cultura universales.
Para finales de la década de los noventa Estados Unidos había logrado conformar una coalición global integrada por vía de mercados, instituciones internacionales y alianzas de seguridad. Más aún, había logrado que la globalización llevara a los más remotos rincones del planeta la esencia de sus creencias, su estilo de vida y su cultura popular. La verdadera naturaleza de su poder quedaba determinada por la implantación de aquello que Ignacio Ramonet bautizó como 'el pensamiento único'. El triunfo del segundo Bush echó por tierra todo ello.
Inmerso en concepciones arcaicas con respecto a la naturaleza del poder, el equipo Bush fue destruyendo paso a paso un orden internacional y un sistema consensual de reglas y principios, de los cuales Estados Unidos fue el principal artífice y el mayor beneficiario. Con ello ha logrado involucionar del imperio al imperialismo, de la sociedad de control a la sociedad de disciplina y del poder suave al poder duro.