Venezuela entre guerra y paz
2001 Domingo Alberto Rangel
Si Venezuela vive una guerra peculiar, como muchos lo creemos, quienes actúan en su vida política deben adaptarse a tal condición o trabajar dentro de ella. La realidad objetiva determina no sólo la gran estrategia, influye y condiciona también las tácticas y el estilo y algo fundamental, la moral de los combatientes. La política tiene en cuanto al tipo de peleas que en ella puedan darse, dos situaciones definidas: La guerra y la paz. Ya Clausewitz lo dijo hace cerca de doscientos años en su inmortal libro "De la Guerra", sobre el cual se han acumulado las miradas de las generaciones posteriores pero jamás el polvo de la indiferencia. Para Clausewitz la guerra es la política por otros medios. En otros términos, cuando llega a prevalecer o va a prevalecer la guerra, es necesario utilizar otros medios. Desde hace años Venezuela viene deslizándose hacia la guerra. Como el caimán que cae al caño o se sume en el sin llamar la atención, la guerra viene adueñándose de la escena venezolana con lento pero seguro ritmo de intruso. Varios golpes militares desde 1990, muchas intentonas de alzamiento y sobretodo, una atmósfera de intolerancia recíproca entre los bandos de la contienda política, nos sugieren que como lo sostiene Clausewitz, la situación va a ventilarse o ya se ventila "por otros medios". Aquí avanza una guerra cuyas raíces económicas y sociales aparecieron el Viernes Negro al quebrar el modelo petrolero. Pero sólo unos pocos actores de la política se han dado cuenta de este proceso. ¿A dónde va Venezuela? debería ser la pregunta sacramental de cada político, como aquella pregunta que según Rómulo Gallegos, se hacían los bongueros del Arauca: ¿Con quién vamos? cuando emprendían sus largas jornadas sobre el lomo de un río traicionero.
LA VENTAJA DE CHAVEZ Entre todos los actores de la vida política de Venezuela el único o uno de los pocos en darse cuenta de la situación bélica que vive la nación es Hugo Chávez. Quienes somos sus adversarios definitivos e irrevocables tenemos que reconocerlo, porque ignorarlo equivaldría a otorgar una clarísima ventaja. Saber que se vive una guerra, desde cuando ella se vive y cual es la perspectiva y el ritmo de tal guerra son requisitos inexcusables de victoria. La guerra es tan exigente y draconiana, es una tirana tan atroz que con ella cualquier equivocación lleva a la muerte y el acierto otorga certificado de vida. Para demostrarlo con objetividad de historiador, citaré don episodios, con protagonistas pertenecientes a bandos históricos encontrados: Uno de ellos ocurre en la España de 1936. La guerra entonces iniciada culmina tres años después con la victoria del fascismo, entre otras muchas cosas, porque Francisco Franco, pequeñín y barrigón, nada marcial, ni varonil, prepara sin embargo el conflicto desde años atrás, convencido de que España va a ir a una guerra que nadie, ni nada evitará o siquiera retardará. El otro episodio destaca la ventaja que concede determinar el carácter de una guerra con toda precisión. Ocurre el 22 de junio de 1941, cuando un ejército de tres millones de soldados invade a la Unión Soviética. Y se oye, días después, la voz de Stalin: Vienen a destruir nuestra cultura, a pisotear el trabajo de siglos que han hecho nuestros pueblos, a irrespetar nuestra dignidad de nación. Allí empezaron los alemanes a perder aquella guerra. Stalin había resucitado a Iván el Terrible para juntarlo con Lenin, en una guerra nacional. El gigantesco ejército alemán tendría que rendirse en Stalingrado.
CHAVEZ: LA MARCHA HACIA LA GUERRA Desde el 11 de abril del 2002, Chávez parece persuadido de la situación de guerra en la cual vivimos o hacia la cual avanzamos. Ese día, por el susto mortal que pasó, por las horas de agonía, acorralado y acobardado, por lo que fuera, Chávez tuvo la intuición de que la insurgencia militar que hacía de él un prisionero era un capítulo de la guerra civil que así asomaba sus narices. Y desde entonces no hace otra cosa que preparar su participación en el conflicto o mejorar sus condiciones. Empezó por limpiar el alto mando militar y colocar todos los mandos superiores e intermedios de la Fuerza Armada en manos seguras o confiables. Luego se dedicó a crear a través de algunos Mujiquitas suyos que saben hacer trabajo de hormigas, un aparato civil armado. Y en tercer término, reflexionando sobre la magnitud internacional de todo conflicto miró hacia Colombia y esto es decisivo. Colombia tiene hoy el ejército más poderoso al Sur del Río Grande. Ese ejército derrocaría al del Brasil en cuestión de horas. Quien entienda que en Venezuela se vive o empieza a vivirse una guerra civil no puede ignorar la contienda armada, vieja de medio siglo, que arde allende la frontera. Y Chávez se ha vinculado o busca utilizar como medio de defensa a los bandos revolucionarios de allende el Táchira los cuales, poco claros, no disciernen a ratos su verdadero interés.
EL CUADRO BELICO La oposición venezolana no puede o no debe olvidar este cuadro bélico. Ser hipócrita, como lo es Chávez, manejar la doblez como hace Chávez, obrar en la paz pero sin olvidar la guerra como hace Chávez, constituye hoy el primer postulado del decálogo táctico de la oposición. Chávez es tan dúplice que manda sus Mujiquitas a hacer el papel de Tartufos en la Mesa de Negociación, pero no olvida a sus esbirros que preparan emboscadas y organizan cuadros de combate. La guerra venezolana es peculiar como todas las guerras de hoy. Se combate y brota la sangre mientras se habla de paz y en apariencia se perfilan unas elecciones con solemnidad teatral. Volvemos a España. Nadie creía que aquel general barrigoncito llamado Francisco Franco, podía triunfar. Según Paúl Preston en su biografía de este personaje, Franco tuvo una virtud: Desde 1931 vio que España iba a una guerra civil y se dedicó, sin desmayar un solo día a organizar sus fuerzas para ella.