Adamant: Hardest metal
Friday, March 28, 2003

JABÓN CUBANO

Alertas de Robert Alonso Robert Alonso

No salía de un asombro para entrar en otro.  El jabón en Cuba brilla por su ausencia, pero los cubanos aprendieron a fabricarlo y para eso tienen que hacer cualquier cantidad de “maromas”.  

Tuve la “suerte” de observar a uno de mis primos fabricar un jabón casero, que era lo único que se usa en la casa de mi familia cubana.   Fabricar jabón “casero” es ilegal.  En primer lugar hay que conseguir sosa cáustica (hidróxido de sodio) en el mercado negro, lo cual ya es un delito; si se echa demasiado produce desagradables quemaduras en la piel cuando uno se baña.    El otro crimen que se comete es conseguir sebo de res o de cochino... hay quienes usan la grasa del pollo.  

El sebo animal se roba o se consigue en el mercado negro en los mataderos, no se vende en el mercado legal.  Una vez obtenidos los ingredientes, se coloca en un caldero el sebo y se le va echando el hidróxido de sodio al tiempo que se mueve lentamente como quien cocina una melcocha.    Se sabe que está listo cuando sebo y sodio se convierten en una masa homogénea.    Entonces se echa la mezcla en unos moldes --- también caseros --- hechos de madera y se deja reposar hasta que se endurezca.  Por supuesto que no se pierde el tiempo agregándole perfume.    Ese es el jabón que usé mientras me alojé con mi familia en Camagüey.    Uno sale “limpio” ¿? pero con un ligero olor a grasa cruda.   

El cubano tiene un olor muy peculiar... acre y rancio.  Debe ser el jabón y la falta de desodorante adecuado.   Mi primo, sin perder el buen humor ante la adversidad, me dijo que el jabón casero que él hace es, por lo menos, muchísimo mejor que el “ jabón angolano”: “un rato con un trapo y el resto con la mano...”

El asunto no termina ahí.  Cuando hay jabón, es posible que no haya agua.   Experimenté en cuerpo y alma lo que significa ponerse en cola tres horas para poder traer a casa un tobo con agua... cuando llega.   Me cuenta mi familia que no es nada extraño pararse bajo el ardiente sol en cola y para cuando le llega el turno a uno, el agua no alcanza.

Se imaginará el lector que eso de lavar la ropa con jabón es impensable en la Cuba de Castro.  Hay poca agua, poquísima agua... y cero jabón para la ropa, pues el que se usa para uno bañarse se acaba en un par de veces y se necesitaría una gruesa para lavar una camisa.   No trate de imaginarse cómo hacen para lavar los pañales de los niños, cuando usan pañales.   El pañal desechable en Cuba simplemente no se conoce.  Las camisas viejas, ya re-viejas, que desechan los adultos, se convierten en pintorescos pañales para los bebés cubanos.  Aquí tuve una discusión bastante agria con mi familia... quizás la única discusión desagradable que tuve con mis primos.   Para justificar la falta de los pañales en Cuba me dijeron que antes de la “Revolución” los niños campesinos TAMPOCO tenían pañales.  ¿Y?   Se suponía que la “ Revolución” mejoraría la calidad de vida de los campesinos y de todos los cubanos, no al revés.  Ahora los ciudadanos “urbanos” no tienen acceso a pañales... mucho menos los campesinos, donde el mercado negro no llega y los dólares no se conocen.    Pensé que era una muestra muy significativa del grado de adoctrinamiento de todo un pueblo.

Extracto del libro Cómo se hace el jabón en Cuba “Regresando al Mar de la Felicidad” de Robert Alonso

El Hatillo 27 de marzo de 2003 robertalonso2003@cantv.net

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