EL PROBLEMA NO ES SALIR DE CHÁVEZ
Robert Alonso robertalonso2003@cantv.net
Vamos a hablar claro. Sacar al Sr. Chávez de la presidencia podría ser más fácil que pelar mandarinas con las uñas largas. Ya sucedió una vez y se hizo “sin querer-queriendo”. Después de mucha evaluación y de un muy cuidadoso estudio, no me cabe la menor duda que lo único que se necesitaría sería crear una crisis similar a la del 11 de abril donde se podrían – incluso – obviar los muertos.
Eso es básicamente lo que se necesita, claro que con ciertas condiciones. Para prevenir muertes -- al menos en abundancia – se requeriría una explosión anárquica, incontrolada, DESARMADA, en las mayores ciudades de Venezuela, bajo la única condición que se hiciera al unísono o en el peor de los casos, que arranque y se vaya sumando el pueblo digno sin mucho guabineo.
En una larga entrevista que me concedió el General Efraín Vásquez Velasco, cuyo grueso está por salir y sin duda hará hito en la historia de la lucha por recuperar la patria, le hice una simple y muy directa pregunta: “¿Qué motivó la caída de Chávez?” No pensó la respuesta ni un micro-segundo: “¡Los muertos de la marcha!”
Yo que de cosas militares no sé mucho, pienso que quien más aprendió la lección fue, precisamente, el Sr. Chávez, quien dice saber bastante del tema. La ecuación matemática debería ser: a más muertos, mayor posibilidades de caer. La lógica, entonces, me indica QUE NO HABRÁ MUERTOS... al menos, no muchos.
Yo creo firmemente que nosotros – el pueblo ya cansado de esta guarandinguita – deberíamos crear la crisis que pusiera al General García Carneiro en “tres y dos”… a ver qué hace.
Ahora imaginémonos que somos el General García Carneiro, y nos avisan que cientos de miles de “escuálidos” están anarquizados – aunque DESARMADOS -- en las calles de varias ciudades de Venezuela. ¿Qué haríamos?
Tendríamos dos opciones:
- Ordenar el Plan Ávila: la masacre, pues…
- Paralizarnos del miedo y no tomar tan dramática decisión
A veces siento mucha pena por este señor, porque me imagino que no debe dormir, no debe evacuar regularmente ni digerir lo poco que come, pensando en la posibilidad – CIERTA – que le toque enfrentar la misma situación que con mucha valentía – y mayor responsabilidad -- le tocó manejar al General Efraín Vásquez Velasco.
Imaginémonos que diéramos la orden de sacar las tanquetas y sucede como sucedió ya, que nuestros oficiales subalternos no acaten la orden de disparar contra sus hermanos: el pueblo DESARMADO... ¿Qué haríamos? Yo creo que diríamos: “Señores, ¡buenas noches!” Llamaríamos al Sr. Chávez y le diríamos: “Hugo, apaga la vela y vete; al carajo, albañiles, que se nos acabó la mezcla” y a los enfermeros cubanos que nos “ayudan” les diríamos: “a la mierda los enfermos, que se cayó el hospital…!”
Si el General García Carneiro da una orden de salir con las tanquetas y esa orden no es cumplida, se presentaría una grave situación de insubordinación, que fue EXACTAMENTE lo que sucedió el 11 de abril y que hizo que Chávez tomara la decisión de rendirse, pues era eso, o morir a manos de un enemigo desconocido. De hecho, en aquella oportunidad – curiosamente -- ni siquiera había enemigo... ¡algo insólito!
Pero, ¿qué pasaría si no da la orden para que salgan las tanquetas a masacrar al pueblo desarmado? Sus oficiales subalternos le “cogerían la baja”, como se dice en Cuba cuando un individuo le pierde el respeto al otro y de ahí en adelante lo agarrarían pa’sopa. Es decir: “como quiera que se ponga mi General García Carneiro, tendrá que llorar…”
Claro que Chávez puede que -- en su desespero ya final -- emplee a sus “círculos de la muerte”, pero para neutralizar esta posibilidad no iríamos todos por el mismo lado... es más, nadie sabrá por donde iría quien o quienes. Sin embargo, no hay que perder de vista un factor muy, pero que muy importante. Según el General Vásquez Velasco, José Vicente lo llamó en la tarde del 13 de abril -- cuando la pachanga estaba en su punto en Miraflores y el Sr. Carmona estaba repartiendo cargos hasta a los mesoneros de palacio – para informarle que se dirigía para allá con “el pueblo”. Ese “pueblo”, según el General, no pasaba de 30 mil personas... y yo creo que hasta mi general se equivocó en la cuenta.
Ojo, no hay que olvidar que al primer “movimiento raro” que hubo el 11 de abril por la noche, se perdió hasta el gato de la vecina. Uno de los inmensos problemas que me dice el General Vásquez Velasco tuvo en su intento por conseguir un civil que diera temporalmente la cara ante el “despelote” que le explotó sin él quererlo en la cara, fue que no encontró a nadie del gobierno que se hiciera cargo del “coroto”. Todos los “bolivarianos revolucionarios” corrieron y los que no, estaban encerrados en closets o “durmiendo” en su cuarto con una granada fragmentaria en ambas manos – más asustado que palo e’gallinero -- por si acaso. ¿Y que fue de la vida del Vice-presidente? ¡Paticas pa’qué te quiero! Solía decir mi abuelo: “El que huye se ve obligado a pelear dos veces”
Pero aceptemos que José Vicente pudo reunir un contingente de 30 mil “bolivarianos” en el momento más crucial de la “revolución”, hace diez meses. Supongamos que de allá a acá el hambre y la necesidad que está pasando “el soberano”, no haya mermado la capacidad de convocatoria del Sr. JVR. ¿Qué van a hacer 30 mil malandros contra 300 mil de los nuestros? ¡Correr! Sobre todo si están conscientes de que ya no iríamos con cacerolas, pitos, panderetas y racas-racas, sino resteados pa’lo que salga… y no estaríamos pidiendo permisos ni presentando croquis con la ruta de la marcha, porque ni siquiera nosotros sabríamos por donde se nos ocurriría agarrar.
Hasta ahí – creo yo -- todo está muy bien expuesto, motivado y planteado. Pero los problemas podrían presentarse cuando no haya un líder que lance a la gente a las calles de todo el país, cuando las situaciones estén dadas. Ese sería el contratiempo número uno. Es indudable que “esas condiciones” tendrán – NECESARIAMENTE – que darse antes del mes de agosto, mes en el cual debemos ir a elecciones para deponer al Sr. Chávez por las buenas.
Es mi inmodificable creencia que si Hugo Chávez no le ha dado ya la “patada a la mesa”, es porque sabe que no lo controla todo en el Ejército, lo único que para él sirve dentro de las Fuerzas Armadas. Los políticos creen que él está en una típica y perenne campaña electoral. ¡Los pobres! Él está intentando mostrarles fuerzas a sus ex camaradas de arma, como para decirles que a la hora de una vaina, tiene gente por carajazo.
Ahora bien. De producirse la insubordinación producto de la desobediencia de masacrar al pueblo que está formando zaperocos serios en las calles DE TODO EL PAÍS, nadie sabrá quién tomará el “coroto”. Definitivamente sería un militar, por supuesto y si la proporción de descontento dentro de nuestras Fuerzas Armadas es igual que en la calle, tendríamos un 80% de probabilidades que el militar que tome el control sería “de los nuestros”.
Problema número dos: Nuestros políticos JAMÁS apoyarían esta tesis mía porque pudieran estar pensando que los “milicos” los sacarían del juego por un tiempo... ¿años? De ahí que nuestros políticos mantendrían latente el cuento que la salida tiene que ser democrática, sin violencia y sin “hacerle el juego” a Chávez. Algo así como esperar a que caiga un rayo encima de nuestro presidente y lo desaparezca del panorama o que el Sr. Presidente diga: “boto tierrita y no juego más…”, lo que para mí sería más difícil que ver la calva de Miguel Rodríguez pelúa.
Si algo habremos aprendido los venezolanos cuando saquemos al Sr. Chávez del poder – de una vez y para siempre -- es que el próximo que venga, sea militar o civil, cuando nos fastidiemos de él (¿o de ella?) lo/a sacaremos igualito, tirándonos a las calles con nuestras banderas calibre _”, que es el diámetro del tubo negro flexible de PVC donde amarramos nuestra insignia tricolor con las siete gloriosas estrellas, que en mi caso solo están pintadas por una cara, para ahorrar en el presupuesto de mi armamento.
Lo incongruente del asunto es que nuestros políticos alegan que si nos lanzamos a las calles, Chávez nos masacrará, pero confían en que un gobernante tan desalmado como el que masacraría a su pueblo DESARMADO, iría a elecciones, se contaría, perdería y abandonaría el poder con la cabeza baja y el lomo doblado como una mansa palomita... ya sea para el exilio en su muy particular mar de felicidad o para una fría cárcel en Holanda, al lado del pícaro de Slobodan Milosevic... si es que el “Coco Pelao” – en esta vuelta -- no le mete un plomazo en el medio de la cabeza.
Como podrá apreciar el lector, el problema no es salir de Chávez.
El Hatillo 5 de marzo de 2003
Robert Alonso robertalonso2003@cantv.net