Adamant: Hardest metal
Sunday, March 9, 2003

Qué te parece Shapiro

mapage.noos.fr por Manuel Malaver Domingo, 16 de Febrero 2003      Se de muy buena fuente que no fue Charles Shapiro el único embajador en salir apresurado, “serio y hablando por celular” del acto en el cual el presidente de la República, Hugo Chávez, entregó las licencias a cinco empresas norteamericanas y noruegas que serán socias del gobierno venezolano en la explotación de la plataforma deltana. Y es  que, si como sucedía en otros tiempos, los periodistas no enfrentaran peligros para cubrir la fuente de Miraflores y redactoras como Adela Leal y Berenice Gómez no se redujeran a seguir los sucesos a control remoto y por los monitores de la redacción, los lectores se habrían enterado de que igualmente los embajadores de Noruega y Trinidad y Tobago salieron del acto como alma que lleva el diablo, “serios”, celular en mano y como en trance de llamar a María. Y no era para menos, ya que lo que les había sucedido esa tarde no eran conchas de ajo: fueron invitados dentro de la más rigurosa etiqueta a un acto donde presuntamente el tema a tratar se limitaba a las ventajas mutuas de la explotación del gas en el Delta del Orinoco y he aquí que Chávez se lanza con un discurso político que entre otros disparates soltó la prenda de  que los gobiernos  de Bush, y   Su Majestad, el Rey Harald, eran firmes aliados de la “revolución bolivariana”.  Pero lo peor fue que el discurso se refirió exclusivamente a la dolorosa actualidad política venezolana, siendo objeto la oposición  de las amenazas, calumnias y vilipendios de siempre, los 10 mil trabajadores que acaban de ser despedidos de PDVSA acusados de golpistas y saboteadores, y la empresa con la cual norteamericanos y noruegos “no tienen (¿tenían?)”, al decir de Alberto Quiroz Corradi “sino respetuosa admiración” sometida a tal escala de escarnios que era como si  estuviera hablando de la cueva de Alí Baba. “Había gente cobrando sueldos gigantescos y que no hacían nada” comenzó Chávez. “Esos sí conspiraban y financiaban movimientos golpistas. Por eso este acto tiene esa justificación y el alto grado de confianza del mundo en Venezuela. Agradecemos a los golpistas que nos permitieron reorganizar PDVSA. Despedimos más de 10 mil personas que conspiraban y ahora sale una demanda y un juicio histórico. ¿Qué te parece Shapiro?”. En otras palabras: que Chávez  usa y usará  las concesiones a las empresas Chevron-Texaco y Statoil como una presión para que los gobiernos de Noruega y Estados Unidos apoyen la “revolución” y la presencia de los embajadores de esos países en Miraflores revela que esto ya es así, porque Venezuela cuenta con un presidente confiable y que hace lo democráticamente correcto. ¿Pero  es verdad? ¿No había dicho Chávez minutos antes que él, el todopoderoso dueño de PDVSA,  acababa de despedir 10 mil trabajadores por la simple razón de que no apoyaban su gobierno y se habían plegado al paro? ¿Y este no es el mismo hombre que semanas atrás introdujo en la Asamblea Nacional una ley que de aprobarse le da licencia al Ejecutivo para cerrar medios impresos y quitarle las concesiones a radios y televisoras? ¿ Y no introdujo otra ley proponiendo que los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia pasen de 20 a 30 y así tener la posibilidad de controlarlos de una manera más “democrática” y más “legal” ? Claro que sí, pero no hay dudas  que hasta ahora estas no son señales para que los embajadores de dos países democráticos y donde se respetan los derechos humanos, se nieguen a participar en manipuleos, que es cierto, tienen los imperativos del vil metal, pero podrían hacerse con menos cinismo. Porque ¿qué otra cosa quiere decir esta frase de Chávez, dicha con toda inocencia, pero indudablemente que con el piquete de la amenaza para todos aquellos que no entienden que están canjeando concesiones por apoyo político: “Lo primero que les digo es que de aquí no nos vamos a ir, para que no se sientan defraudados mañana y puedan decir que Chávez se fue y dejó el negocio hecho”. O sea que, muchachos, no se preocupen, apóyenme y harán toda la plata del mundo.  Aquí de lo que se trata es de acabar con los capitalistas democráticos y nacionales, porque son gente muy quisquillosa y que echa mucha broma. Ustedes, por el contrario, pueden tener todas las empresas y monopolios que quieran, pero eso sí, sin meterse en política, ni con el gobierno. Y esa receta del capitalismo más puro y salvaje no me la dio Hugo Farías, ni Emeterio Gómez, ni Domingo Fontiveros, ni Orlando Ochoa, ni Alexander Guerrero sino un economista tirado a político que lleva 40 años mandando: Fidel Castro. Por eso: “Les ruego que le digan a sus gobiernos que aquí hay un gobierno que gobierna, y seguirá gobernando en el marco de la Constitución y de las leyes nacionales. Que respeta los derechos humanos, la democracia, la libertad de expresión, pero no permite el abuso y el atropello”. El abuso y el atropello fueron las tres cadenas que Chávez se tiró ese día ( de mas de 3 horas cada una), las amenazas de no pagarle las prestaciones a los ilegalmente despedidos trabajadores de PDVSA, y los dos proyectos de leyes que de aprobarse harán de la libertad de expresión y de la independencia del Poder Judicial en Venezuela un cuento con final feliz para los pichones de dictadores que se preparan a un regreso alentador por todo el mundo. Y también fue un abuso y un atropello invitar a dos cándidos embajadores a un acto a favor del capitalismo y la democracia, cuando en realidad se trataba de un acto a favor del capitalismo puro, colonial y salvaje que ahora llaman socialismo.

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