Testimonios (*)
El Presidente jura desde una tribuna estremecida por la carga de aplausos repletos de fervor revolucionario que estamos haciendo una re-nacionalización de la industria petrolera, y remata anunciando, en su porfiado tono triunfal, que han despedido a 3500 (hoy van 12.000) traidores, saboteadores de PDVSA. Lejos de esa tribuna, el 17-01-02, Scott Wilson, periodista de El Washington Post describe para el público norteamericano lo ventajoso que resultan para Estados Unidos las razones del Presidente ¨.de reformarse la industria petrolera venezolana según lo plantea Chávez, atraería más inversión privada estadounidense. Al aumentar las asociaciones internacionales, Chávez estaría en mejor posición para evitar las huelgas. privaría a empresas venezolanas de contratos con la industria petrolera debilitando así su influencia en la industria.¨
El ministro de Energía y Minas y el Presidente de PDVSA persisten en la expulsión de los cuadros profesionales de PDVSA y corroboran la sustitución de su experticia por la contratación de empresas extranjeras para operarla, y hacen coro al Presidente en su plan de excluir a los empresarios nacionales opositores de las contrataciones y de la asignación de divisas dentro del régimen de control de cambios. Juan Forero, escribe el 9 de Febrero para The New York Times "Quienes lo conocen, ven al Sr. Rodríguez como alguien con criterio propio, decidido y con claridad sobre como disminuir la compañía... posiblemente vendiendo las refinerías y otros activos en el exterior¨.
Decía un tiburón norteamericano de las finanzas internacionales: Si Hussein no claudica, la guerra tendrá un costo muy alto numerosas vidas, unos 150.000 millones de dólares, mucho deterioro político internacional y la ampliación del hueco entre los musulmanes y Occidente. Será el costo más alto desembolsado por unos yacimientos, pero qué yacimientos, agregó, porque no son solamente los de Irak, estimados en 120.000 millones de barriles y bajo el control directo de Hussein, sino los de Arabia Saudita y Kuwait - Según el petrolero Ramón Peña Ojeda, estos últimos podrían caer en manos del rigorismo Wahabita, profesado por la mayoría del pueblo descontento con su deteriorada calidad de vida y defraudada por los príncipes, enemigo jurado de la presencia de tropas yanquis en la península y paisana de Osama Bin Laden. Es decir que los norteamericanos están echando el resto para proteger sus abastecimientos petroleros del Medio Oriente.
Esta decisión estadounidense no es extraña al Gobierno. Por eso, luego de su infausta experiencia del 11 de abril comienza a dar señales de avanzar en una estrategia que, entre otros aspectos fundamentales, apunta a negociar con Estados Unidos un audaz status quo de colaboración en medio de las diferencias que los separan. Esta negociación, que inadvertidamente recuerda la experimentada mano de Fidel, apunta a garantizar suministro petrolero a cambio de neutralidad frente a la conflictiva situación política venezolana y de permitir el financiamiento del gobierno mediante el flujo de divisas petroleras.
Para tratar de convenir ese pacto seleccionan a un profesional de los quilates del blanquísimo y ahora barloventeñizado Chadderton Matos, y para reforzar el equipo designan embajador ante la Casa Blanca a Bernardo Álvarez, experto petrolero, ex viceministro de Energía y Minas, no por coincidencia catire como Chadderton y hombre de confianza del poderoso Alí Rodríguez.
Muchos creen que los frecuentes regaños revolucionarios del Canciller se orientan a congraciarse con el Presidente, algo de eso puede haber, pero más pertinente para comprender lo que sucede es darle crédito a su inteligencia y formación negociadora, y entender esa tarjeta de presentación como una forma de mostrar a la contraparte el límite de lo que se puede conceder. Todo, menos lo irrenunciable para el Presidente y su régimen: el Poder con un férreo control de la sociedad y un lenguaje montaraz que le conserve la imagen rebelde ante sus seguidores.
El sustrato ideológico de la negociación
Para desarrollar esta negociación se requiere de unas bisagras que vinculen las partes con eficiencia. Nadie mejor que un grupo de empresas petroleras que operan en Venezuela, antiguas concesionarias y novísimas asociadas, que dominan el negocio particular del petróleo venezolano, conocen a los venezolanos tanto petroleros como políticos, a los del gobierno y a los de la oposición, y se mueven como pez en el agua dentro de un ambiente proceloso donde el dinero facilita las encomiendas.
Esas empresas tienen grandes aspiraciones de dirigir el negocio, pero hay obstáculos difíciles de superar, como la Constitución que reserva la actividad petrolera al Estado así como la propiedad absoluta de las acciones de PDVSA. También estorban la entrañable aspiración venezolana de lograr la autonomía en la conducción petrolera y las consignas antiimperialistas del régimen, cuyos líderes machacaron, al igual que los políticos de los últimos cuarenta años. De allí los esfuerzos para interpretar la legislación según las aspiraciones de las transnacionales amigas - Contratos que estiran las prescripciones de la Ley Orgánica de Hidrocarburos del 2001 -, parches prendidos de la insegura fidelidad del Tribunal Supremo de Justicia. Para ahogar la conciencia acuden al auxilio del extinto presidente de China, Den Tziao Pin, cuyo modelo, luego seguido por Cuba, justifica desarrollar el sector moderno de su economía en alianza con las transnacionales; alianzas en las que éstas aportan su capital y tecnología, producen para la exportación generándole divisas al gobierno y como contrapartida reciben protección para explotar el mercado interno y mano de obra barata y regimentada. Pero lo que hace más deseable esta alianza es la condición de neutralidad política del capital extranjero, cuestión que no ocurre con los nacionales.
El acelerador
Los acontecimientos políticos apremian el ritmo de las negociaciones. El paro general de diciembre, y sobre todo al paro petrolero, deja al desnudo importantes troneras políticas y financieras del Gobierno. Ya la opinión pública había atisbado el 11 de abril la disidencia del mundo petrolero venezolano, pero desconocía su profundidad, cuestión que el Gobierno sí visualizó, así cómo su flaqueza al no controlar la mayor fuente financiera del país. Eso explica la repatriación desde la OPEP de un hombre del prestigio nacional e internacional de Alí Rodríguez, que jugaba un papel estratégico en Viena, con la encomienda de recobrar PDVSA. Pero sus suaves modales fueron vanos para encantar a esa gente cohesionada por una cultura gerencial solidamente cultivada, cuya formación intelectual le permitió extrapolar lo que vendría, lo que venía ocurriendo desde que Héctor Ciavaldini estuvo al frente de la corporación.
Ese paro petrolero pone en evidencia ante el mundo que el petróleo no era controlado por el Gobierno y que la cesación de ingresos en divisas desarticuló sus grados de libertad al consumir inexorablemente las reservas financieras. En estas condiciones queda mermada su capacidad negociadora para lograr un acuerdo aceptable con los factores de poder del Norte. No es difícil de imaginar que se configuraba un estado ideal para las petroleras internacionales, pues ahora la salvación del régimen costaba más, podían aspirar al premio mayor.
El cerebro petrolero venezolano
El capital internacional petrolero había aprendido a respetar a PDVSA, a convivir con su sólida estructura gerencial, su seriedad y ética comercial; con su visión de largo plazo que preconizaba un desarrollo petrolero integral y vinculado al mercado; con la madurez para la construcción de una autonomía basada en la competitividad. Al momento de la nacionalización 28 años atrás, la situación era diferente.
Para ese entonces el país recibió una diversidad de compañías: una constelación de grupos con visiones y culturas empresariales diferentes y fieles a las respectivas transnacionales de donde provenían. En estos cinco lustros se creó una organización integrada al país, orgullosa de sus roles, coherente, eficiente y decidida a cumplir con sus obligaciones, una empresa cada vez más nacional pero con los ojos puestos en el mundo para que el país aprovechara las oportunidades petroleras dentro y fuera de Venezuela. Una de las corporaciones más grandes y eficientes del planeta, con mucho que mejorar, andando los caminos.
La gente que despidieron fue la que promovió la fabricación nacional de equipos petroleros y el desarrollo de la consultoría especializada, así como una red de suministradores hoy agrupados en la Cámara Petrolera, que desaparecerían si el mercado de suministros forma parte de las oportunidades de que habla el redactor del Washington Post.
Esa gente creó el centro de investigación (Intevep) y el Centro Internacional de Entrenamiento (CIE) instituciones clave para la autonomía petrolera que fueron recientemente cerradas y liquidado su personal. Esa fue la gente que amplió nuestras fronteras petroleras en la forma de inversiones de PDVSA en Estados Unidos y Europa, inversiones que permiten asegurarnos el mercado final y procesar cerca de un tercio del crudo, precisamente de crudos pesados y sulfurosos que gracias a las inversiones realizadas puede agregárseles valor.
Esa fue la gente que realizó el paro petrolero: la masa de profesionales, técnicos y trabajadores calificados que en más de 12.000 han sido botados de PDVSA, dejando a la industria petrolera venezolana sin sustancia, pues ellos son la inteligencia y la cultura de la organización que están desmembrando. Esa es la gente que articulaba la industria, algo más valioso que las instalaciones mismas. Son los expertos nuestros, un personal considerado entre los mejores del mundo. Su salida significa el debilitamiento intelectual y tecnológico de PDVSA, la destrucción de su cerebro, de la materia gris que le permitió ascender hasta ser una de las más importantes empresas petroleras del mundo.
La negociación
¿Será que ese desmembramiento se hace por ignorancia? Si así fuera habría motivos para alguna esperanza de rectificación pero las evidencias son demasiado contundentes. Alí Rodríguez y Álvaro Silva Calderón, además de experimentados y cultos conocen muy bien en qué se fundamentan la competitividad y la autonomía petrolera, banderas que esgrimieron durante mucho tiempo, de manera que ese saber de ellos agrava su barbaridad.
¿Será solamente una muestra del salvajismo político imperante? Los modales que se utilizan para tratar al personal petrolero así lo sugieren, aunque la persistencia durante cuatro años del acoso a los ejecutivos más bien son indicios de un plan premeditado. Tan premeditado luce lo que acontece que para el momento del paro de diciembre ya se tenía preparada la desmembración de PDVSA en tres empresas operadoras, las petroleras de Occidente y Oriente y una empresa de gas administrada por el anquilosado Ministerio de Energía y Minas; otras empresas van al matadero, como Pequiven, la petroquímica, que va a ser administrada por el Ministerio de Agricultura, ¿se imaginan el destino de su calificado personal? Los argumentos para prescindir de tan valiosos recursos humanos ya estaban preparados para el momento del paro. Muy banales esos argumentos, por cierto, pues se alega el ahorro de mil millones de dólares sin explicar cuánto se perdería; sin responder a la pregunta de cómo vive y se desarrolla un cuerpo sin cerebro. Todo el mundo lo sabe, pues en estado vegetal.
¿A quién beneficia esta sinrazón? Veamos: al perder Venezuela al personal entrenado en tecnología de punta y alta gerencia se destruye su competitividad y su capacidad de negociación financiera, se le inutiliza para mercadear y ni siquiera podría comprar inteligentemente equipos y servicios técnicos. De manera que, como lo sugiere el testimonio del periodista del Washington Post, este movimiento del gobierno coincide con intereses internacionales del petróleo. Hay tanta sintonía entre unos y otros que gracias a las filiales extranjeras se produjeron los 150.000 barriles durante las primeras semanas del paro. Entonces resulta pertinente la última observación del tiburón de las finanzas el premio es tan grande que bien vale la ira momentánea de la población opositora.
Ya están repartiendo los pocos números que se van a jugar en esa rifa y el que se quede fuera, fuera estará. Algunos premios fueron repartidos por adelantado al asignar los bloques gasíferos con primas increíblemente bajas, por lo menos la primas que se pagaron a la República.
Otros premios como Citgo, están anunciados desde el comienzo del régimen, ¿anunciados o negociados? El caso de Citgo es peculiar.
Esta empresa es resultado de la fusión de un grupo de compañías petroleras norteamericanas que PDVSA adquirió a muy buen precio, se rige por las leyes de Estados Unidos y funciona conforme a las prácticas comerciales de ese país. Se le satanizó en estos últimos cuatro años y se le degradó al punto de que hoy se cotiza como si fuera del tercer mundo, lograron endosarle el Riesgo País que el actual gobierno le ha configurado a Venezuela. Alguien sonríe porque ahora Citgo puede comprarse barata.
Pero hay otros premios. Miles y miles de millones de dólares en contratos, el manejo del transporte y ¿quién iba a pensarlo?
También el mercadeo del petróleo, el suministro de equipos y bienes y al final, similar a como se hace en Libia, podremos llegar hasta pagar porque nos operen los campos mismos. Ante este nuevo escenario petrolero, cabe preguntarse, cuál será nuestro papel. Qué nos quedará de los 30.000 millones de dólares anuales que vale el petróleo venezolano, ¿una regalía como en épocas pasadas?
Parece que se impone una orientación rentista, al extremo de recordar los años del General Gómez, a quien solo le importaba recibir la plata para mantenerse ampulosamente en el poder. Una época en que nuestros campesinos, sin nada que hacer, a la sombra de un cují, pasaban horas ante una cabria de perforación mirando boquiabiertos a unos catires afanados por sacar esa hediondez que llaman el petróleo.
Por eso, en los corrillos de cafetín se preguntan si a las magnas autoridades no les duele lo que está a la vista. Las respuestas sibilinas saltan las puntas de las lenguas para hacer temblar la ética de muchos al pensar en la untuosa gratificación de los intermediarios. Sin ánimo de igualar el fachendoso verbo presidencial sino para facilitarle el entendimiento de los suyos, provoca escribirlo como él mismo lo diría una verdadera puñalada al corazón de la República por unos vampiros que deleitan la sangre de la Patria.
- anónimo