Adamant: Hardest metal
Sunday, February 16, 2003

El nuevo chavez o el que no obedezca no come

mapage.noos.fr por Manuel Malaver Viendo a Chávez a mediados de semana discursear por televisión en la actitud del pulpero que vendió de contado -o sea, pleno de optimismo, seguridad y confianza- no he evitado recordarme de  dictadores como Alberto Fujimori y Slódoban Milosevic, que precisamente en la etapa crepuscular de sus mandatos era cuando parecían más convencidos de que se la estaban comiendo y habían llegado para quedarse. Espejismo que se derivaba del hecho de que siendo las dictaduras sistemas que sobreviven como resultado de la implementación de controles crecientes, siempre se tiene la sensación de que en el último momento, en los meses, semanas y días finales, es cuando mejor se tiene  agarrada la sartén por el mango. El sonriente Chávez del jueves, en efecto, era “el presidente todo control”, el mago que al fin tenía a los empresarios y dueños de medios; periodistas, gerentes y trabajadores de PDVSA; empleados públicos y profesores  universitarios en el puño y como en trance de decirles: “Hey, silencio, que si se portan mal, no hay caramelos”. El mapa parecía sencillo: ahora soy el dueño de la FAN, de PDVSA, y de los dólares, por lo que, ni economía privada, ni medios de comunicación; ni Fedecámaras, ni  CTV; ni bancos, ni compañías de seguro van a poder disfrutar de una muerte lenta y larga, en sus camas y previa administración de los santos óleos, a menos que yo lo ordene. Deducción rayana en la indolencia mental que no se esperaría de  dictadores de verdad verdad, de los que hacen sus cuentas auscultando las señales de la realidad, sino de autócratas improvisados, de utilería y pacotilla, ya que la experiencia con los regímenes totalitarios que proliferaron durante el siglo XX reveló, que los hombres no son reductibles por el hambre, y que, si se trata de arrebatarles la libertad, no hay más remedio que hacerlo acudiendo a la represión, la tortura  y la muerte. Se demostró en la Alemania de Hitler, la Rusia de Stalin, la Italia de Musolini, la China Mao, el Chile de Pinochet, y la Argentina Videla, donde las dictaduras fueron también eficientes maquinarias especializadas en el crimen, liberticidas y humanicidas. Y se continúa corroborando en las subespecies totalitarias que resistieron a la caída del Muro de Berlín y pueden todavía exhibir especímenes en Africa, Asia y América latina, aunque en trance de desaparecer. Sumun al cual no pudieron acceder el Suharto de los últimos años, y mucho menos dictadores de rango más reciente, y hasta inferior, como Fujimori y Milosevic, y no solo porque había desaparecido el mundo bipolar, sino porque el extraordinario desarrollo de las tecnologías multi comunicacionales ya no permitían asesinar en capilla, a la sombra y sin exponerse a  protestas desestabilizadoras. De modo que alguien que se empeñe en implementar proyectos totalitarios en el siglo XXI tiene que inventar otras fórmulas, ya que al final se expone a morir de asfixia política, incapaz de contener la arremetida de quienes, ni siquiera ante la amenaza de la muerte, son capaces de contener el instinto hacia la libertad. En descargo de Hugo Chávez debemos señalar que desde el momento en quese decidió a participar en las elecciones del 1998 intuyó este complejo asunto y compró disfraz y vocabulario nuevos para ver como contrabandeaba el proyecto, con el resultado de que la realidad le dijo rápidamente que por esa vía podía llegar hasta un punto y solo hasta un punto. Se empeñó en cruzar la raya, vinieron los enfrentamientos con la sociedad civil y democrática, fue negando más y más derechos,  más y más garantías, la represión moral, ideológica y judicial se convirtió en su arma favorita,  y el rostro del tradicional dictador latinoamericano es lo que está quedando de la comedia. En este momento ya estamos en el tramo que precede al control total de la economía y  la política: los controles de precios y de cambio; y la carta bajo la manga del chavismo es que una administración discriminatoria de los dólares, el cierre de los medios, la quiebra generalizada de empresas, y la amenaza de lanzar a  la calle a todo el que tenga un empleo y no acate los dictum de la revolución,  logren el milagro que no logró el “carisma” del líder: que la sociedad civil y democrática se rinda y caiga de rodillas. Fue Trostky quien escribió una vez -y no sin aquellas sombras de amargura que caracterizaron los años finales de su experiencia revolucionaria- que Stalin había transformado el principio marxista de que “el que no trabaja no come” en la orden totalitaria de que “el que no obedezca no come”, y por ahí anda ya nuestro sargento revolucionario, preparándose a colocarle una soga en el estómago a los rebeldes venezolanos, y si después de apretar y apretar no pasa nada, pues se la pone un poco más arriba, en el pescuezo, y aprieta igual. Por eso lo vi el jueves sonriente y controlando, amenazando, y con la euforia del pulpero que vendió de contado, sin duda que colgado de la ilusión de que ante la amenaza de morirse de hambre, o de irse de este mundo de una manera menos amable, los venezolanos no tendrán otro recurso que rendirse. Pero ¿será verdad tanta belleza? ¿No pasará con los controles lo que pasó con los discursos del “comandante”, que en cuanto dejaron ver su filo represivo, extorsivo e intimidatorio prácticamente se le arrojaron en la cara? ¿Es posible que Chávez, que se vanagloria, más allá de lo permisible, de su familiaridad con la Biblia, no haya internalizado aquello de que “no solo del pan vive el hombre” y que forzado a pronunciarse por valores que le son intrínsecos los hombres, no solo son capaces de sacrificar su bienestar, sino también libertad y vidas? Venezuela cuenta con ejemplos a granel, pues si hay un país en América latina que hizo de  su historia el campo de batalla de sus luchas por la libertad es este que, no a pesar de, sino a causa de, también ha visto proliferar caudillejos que asidos de los más peregrinos pretextos no dejan de reciclarse en la política, como esas pandemias que el tiempo hace resistentes a los antibióticos.  Debemos convenir, sin embargo, que la actual es especialmente virulenta, ya que su agente transmisor usa las ventajas de una tecnología que se creó de los libres y para los libres, pero aún así no me cabe la menor duda que ni con discursejos, ni represión; ni con el hambre, ni con la muerte aniquilará en los venezolanos este destino de ser libres y democráticos que no aniquilaron, sino alimentaron, dictadores que figuran entre los más eficientes de todos los tiempos: Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez. Venezolanos serios, de poco hablar y menos reir, concentrados en la realización de proyectos que podemos adversar, pero no menospreciar, como que al fin al cabo trajeron un poco de orden en el caos. Sin nada que ver con este circo que llaman “revolución “bolivariana” y que si no fuera porque los payasos cargan el hacha escondida bajo los blusones, sería un espectáculo exitosísimo, ya que también vale desternillarse de risa hasta de los chistes malos.

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